Pablo Casillas

El Corrillo

Pablo Casillas


Oportunidad perdida

13/04/2021

Muy pocas personas tienen la oportunidad de pasar a la historia con palabras mayúsculas, de hacer algo grande, que sirva a la Humanidad o al menos a una Colectividad.
Bien es verdad que aunque aparezca la oportunidad, no todo el mundo tiene  inteligencia, capacidad y corazón para dar el paso que separa al simple individuo del diferente.  Incluso puede suceder que ante una situación excepcional, en lugar de convertirse en héroe, el individuo se torna en villano. Pedro Sánchez ha tenido esa oportunidad a nivel de nuestro País, y la ha desaprovechado. 
Dentro de unos años, en la soledad de la noche, que es cuando cada uno de nosotros nos enfrenamos al «yo», se dirá: ¿cómo es posible que no fuera capaz de ser un líder, un referente para mi Pueblo? ¿por qué, se seguirá preguntando, no tuve la inteligencia, el corazón, la bonhomía, para aglutinar a las gentes que gobernaba, en lugar de dejarme guiar por el sectarismo y el ansia individual de poder, ¿por qué, en suma, no goberné para todos y con empatía hacía los millones de personas que sufrían?
No sabremos, porque nunca lo confesará, cuál será la respuesta que se dará, aunque es muy probable, dada su soberbia, que no venga a reconocer su culpa, sino al contrario, la achacará a otros, a esas personas conservadoras que tiene constantemente en su boca para atacarlas y criticarlas, y que, a diferencia de él, sí creen en España y en los españoles.
No apuntaban buenas maneras sus actos y conductas precedentes, pero la Pandemia que trajo la Covid-19 podía –y debía–, haberle hecho cambiar, aunque solo fuera por humanidad e, incluso, por qué no, por razones de interés político, que ha equivocado, pues que si hubiera sido un Líder habría tenido más posibilidades de ostentar el poder sin las cargas que representan sus socios.  
De haber tenido inteligencia, corazón, empatía, habría dado un paso que no dio. Su vida y forma de ser previas, su rechazo que recibe de una gran parte de la ciudadanía, habrían quedado aparcadas. Los ciudadanos, habríamos dicho, fue tal o cual, pero ha cambiado, ha pasado a ser el Presidente de todos, tenemos un Líder que nos guía y al que hemos de seguir. 
Pero no ha sido así. No es Sánchez un Churchill, ni siquiera un Felipe González. 
Cuan necesitados hemos estado los españoles –y continuamos estándolo–, de un Presidente que hubiera dicho la verdad de la Pandemia, de los miles de muertos que se estaba llevando la Covid,  que se ocultaban y se siguen ocultando. Que hubiera hecho piña común, desde la humildad, con la oposición para abordar los problemas, de forma que la ciudadanía hubiera sabido que lo que sucediera era cosa de todos y que así debíamos tratarlo, con  solidaridad, sin siglas políticas, sin pensar en sacar provecho. 
Su actuación ha sido –y sigue siendo– la contraria. Ha dividido y enfrentado a la sociedad, generando un clima de ruptura difícilmente reparable.
No ha sido la Pandemia su dedicación preferente, cuando es evidente que es la cuestión de mayor calado, por salud y economía. Enseguida se apartó del problema, trasladándolo a las Comunidades Autónomas, y a cada uno de nosotros. Sólo mítines bananeros. Tampoco se ha dedicado a los demás temas políticos de interés común, solo a los que beneficiaban a los suyos así como a los de aquellos que le sostienen en el gobierno. 
Ha estado, y está, en enredar y enturbiar la Política y la calle, en sacar adelante –en este dramático tiempo, que debería dedicarse a lo fundamental, que es la salud y la economía–, Leyes que generan una sima inseparable entre españoles, que abocarán a futuros gobiernos a su derogación porque atacan los principios más básicos de la democracia, del interés común y del individuo, de forma que la posibilidad de consenso y entendimiento será cada vez más difícil, por no decir imposible, sobre todo si tenemos en consideración el Reino de Taifas en el que se ha convertido éste País y que ha potenciado el Presidente.
¡Qué oportunidad perdida, Presidente! ¡Qué oportunidad de haberte convertido en una persona que llenara los libros de historia, que fuere un referente para su Pueblo! 
Pero, a sensu contrario, qué oportunidad hemos perdido los españoles para haber podido actuar en común. ¡Qué mala suerte la nuestra por habernos encontrado con este Presidente en tan malas circunstancias! No nos ha acompañado a los españoles la suerte en demasía a lo largo de la historia con nuestros dirigentes, salvo en muy contadas ocasiones. Está escrito en el Cantar de Mío Cid: 
«Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró. Sesenta pendones lleva  detrás el Campeador. Todos salen a verle, niño, mujer y varón, a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó. ¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor! Y de los labios de todos sale la misma razón. ¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor» 
Es verdad que somos un gran Pueblo, que tenemos muchos Cid, anónimos la mayor parte, pero que no se ven correspondidos por sus gobernantes. Sólo la grandeza de los ciudadanos que han integrado –e integramos– ésta Nación ha permitido y permitirá que salgamos adelante. Pero no es eso, no debe quedar fiado el presente y el futuro del País tan solo a cada ciudadano, deben ser los representantes públicos los que marquen el camino. 
Presidente, has tenido una oportunidad de oro, y la has desaprovechado. A ojos de la ciudadanía, cuando, al cabo de los años, superada la Pandemia y la crisis que dejará, se ponga encima de la mesa y se analice por los historiadores y por otros estudiosos de los diversos ámbitos sociales y económicos lo sucedido en éstos tiempos, los efectos que dejará en el País y sus gentes, saldrás muy mal parado. 
No serás un héroe, pudiendo haberlo sido, serás un villano.