Pablo Casillas

El Corrillo

Pablo Casillas


La Plaza de Abastos de Ávila

23/04/2024

R.A.E.: Abastos: Provisión de alimentos y especialmente de víveres. Ultramarinos: Traído del otro lado del mar y sobre todo de América o Asia. Tienda de comestibles. Abacería: Puesto o tienda donde se venden al por menor aceite, vinagre, legumbres secas, bacalao, etc.
No me dirán que esos términos no son más apropiados, -a la par que entrañables y agradables al oído-, en comparación con la denominación "grandes superficies". Pero más aún, lo verdaderamente importante es la forma en cómo se gestionan esos negocios, las personas que regentan ese tipo de establecimientos, para con respecto a las grandes superficies, porque en los pequeños establecimientos el trato es directo.
Aún no había cumplido los 11 años y nuestro padre ya me mandaba a la Plaza de Abastos a hacer la compra, cuando los pedidos eran pequeños. La taberna no podía quedar desatendida y nuestra madre no daba abasto en la cocina. Y todo el mundo tenía que echar una mano en las Familias. Sus primeras enseñanzas no se me han olvidado. "Respeta a todo el mundo"; "Lo primero que tienes que hacer es pedir la vez"; "Que te den la nota". 
La Plaza de Abastos era un referente para comprar todo tipo de productos y sus clientes eran, mayoritariamente, los vecinos y los titulares de los negocios de hostelería de la zona. También había gentes que venían a comprar a la Plaza de otros lugares de la Ciudad, y de los pueblos. Nuestra taberna y la de mi abuela Felipa, situada enfrente de la Plaza, como otros muchos negocios, se nutrían mayoritariamente de los puestos de la Plaza y tengo que decir que todos y cada uno de ellos eran importantes, por más que algunos tuvieran más demanda.
Personalmente, creo obligado citar a aquellos con que había más relación en aquellos años de niñez y juventud en los que acudía a la Plaza: las pescaderías de los Arévalo, con María –prima hermana de mi suegra-, y sus hijos Luis y Emi;  la de los Carrera, Manolo y Toribio, antes de su padre Ciriaco-; la de José Alvarez; la de Santiago Jiménez;  la de la "Rubia", como la llamaba mi padre; las fruterías de la Sra. Marcela y sus hijos Santos y Marino; y la de los Vergara; el puesto de ultramarinos de la Sra. Elena, luego de Angel; y el puesto de plátanos del Sr. Guillermo; y las carnicerías, de los Sastre; y la de Juan Martín; y la de del Natalio y su esposa, la Sra. Rafa, luego de su hijo José; y la de los Benito; y las casquerías, de Lucio Sastre, que atendía Juli; y la de Gabriel Benito; y el puesto de cabritos de Antonio; y la pollería y huevería de Santos e Hipólito. Y luego estaban los puestos de verduras que se nutrían de las huertas de la Ciudad, el del Sr. Manolo, y la Sra. Paca, por ejemplo; y los puestos de los hueveros, Marino y su hermano, y otros. De varios de los citados ha habido continuidad, hasta incluso tres generaciones y, en gran medida son los que mantienen el "espíritu": los Carrera; los Benito; los Sastre; los Gallego.     
Y también estaban los empleados del Ayuntamiento que tan buena labor hacían en la gestión de la Plaza: en mi niñez estaban el Sr. Marcelo y el Sr. Casillas y luego llegó mi amigo Teodoro Novoa. 
De verdad, lo que acontecía en la Plaza de Abastos, al igual que en otros muchos establecimientos de la Ciudad, nada tiene que ver con la forma de entender y vivir la vida hoy en día, para mejor, en aquel momento. No es nostalgia, se lo digo, sino pura realidad. 
Hoy en día vas a cualquier gran superficie y difícilmente conoces a las personas que trabajan allí por sus nombres y mucho menos sabes de su vida; y otro tanto le pasa al empleado respecto del cliente, y, por descontado, en esos grandes supermercados es impensable que te vayas a encontrar con el titular del negocio. 
Sin embargo, con esos comerciantes a los que me estoy refiriendo sucedía y sucede todo lo contrario. El nombre y hasta el "apodo" del tendero, si es que le tenía, te era natural, casi familiar; y el tendero también sabía cuál era el nombre de sus clientes, y se interesaba por sus "cuitas". ¡Cuántas penurias han sabido paliar esos tenderos, cuando realmente se pasaba hambre y penalidades ¡Apuntaban en sus "libretillas" lo que se llevaban las madres y éstas lo iban pagando según sus posibilidades. Y siempre había algo más que añadir al capazo, que no se cobraba. Y al pagar, siempre había un descuento. 
En éstos tiempos, los pocos puestos que subsisten en la Plaza necesitan de nuestro ánimo y apoyo, y, por descontando, de nuestras compras. Tiene que trascender a la opinión pública la existencia de una situación dramática para que las gentes reparen en algo que está a "ojos vista", pero que no se quiere ver. Sin duda, la situación de la Plaza de Abastos se debe en gran medida a la ausencia de vecinos, de sus clientes habituales y fieles; y esa ausencia de vecinos, sistemática y sistémica se debe al desamparo y maltrato de las Instituciones hacia esos vecinos y a la propia Ciudad Histórica donde radica la Plaza. También, por descontando, al hecho de que desde hace muchos años no se ha sabido o querido dar a la Plaza otro "aire", otro "enfoque", que la haga atractiva, e, incluso, apetecible, por el trato personal y calidad de sus productos. Este que suscribe, hace suyo el eslogan de los comerciantes de la Plaza: "Somos pasado". "Queremos futuro", y confía en que otros cientos, cuando no miles, de personas también lo tomen como propio. Habrá que hacer todo lo habido y por haber para que la Plaza de Abastos de Ávila, sus comerciantes, no sean solo historia, sino también presente y futuro.                        
P.-D.- Con petición de disculpa porque no hay espacio para citar a todos, aquí van otros titulares de los puestos que ha habido a lo largo de los años, todos ellos dignos de ser mencionados: Carniceros: Severino, Turi, Celes, Velayos, José María Arribas; pollerías y hueverías: Aves Vázquez; y Juan y Eli;  casquerías: la de Merce; y la Antonio Rodríguez; y la de Eugenio Encinar; la de María; y la frutería de Julián y su esposa Rosi; y la perfumería Avenida…