Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


El Manantial

18/04/2023

No me refiero a esos manantiales que la madre tierra nos da generosamente, de donde surge el agua pura y cristalina, producto de las filtraciones de agua de lluvia y principalmente de nieve, que la tierra ha ido almacenando en su interior hasta que no puede mas, y revienta esparciéndola ladera abajo, hasta formar arroyos o ríos. Esos manantiales alegres y frescos, tal vez donde por casualidad encontremos la humilde buruja verde para hacer una ensalada, aunque no me extrañaría que estuviera protegida, y si la tocas, multa o a la cárcel, que todo pudiera ser. Los manantiales de hoy se están secando, porque no cae ni gota de agua ni copo de nieve, y nos tendremos que beber el agua ya utilizada y «renovada» que proceda de cualquier EDAR, pues ese es nuestro futuro. Yo he visto el manantial de Fontibre, donde se dice nace el caudaloso rio Ebro, allá por Reinosa, y camino a las pistas del Ato Campoo, seco; aguas abajo, podrá ir creciendo, pero su nacimiento estaba sequísimo. Si este rio caudaloso tiene su nacimiento sin agua ¿Qué podemos pensar de otros aprendices de rio, como el Adaja, y de nuestra sierra próxima, donde se veía, hace años, nieve a principio de junio? 
Pero no es de estos manantiales de los que quería hablar, sino de otro, magnífica novela de Ayn Rand, que también fue llevada al cine con el mismo título El Manantial, con guion y supervisión igualmente de la autora de la novela, que en otros países pusieron por título Uno contra todos, de 1949, aunque en España no se vio hasta 1954, cuando yo era un jovencito de diecinueve añitos estudiando en Madrid, a la que me llevo la afinidad profesional con el personaje principal. En resumen, trata del pensamiento de un joven arquitecto individualista, inconformista, con unas ideas muy firmes que, en un momento de apuros de un compañero, débil y de mediocre vocación, le cede sus proyectos e ideas, con la condición de que no fuesen alterados. Pero el compañero sucumbe antes las presiones de los poderosos establecidos, que rechazan las innovaciones, ante los negocios fáciles, y el gusto de las masas. Y aquellos horrorosos edificios son destruidos por su autor intelectual, procesado y juzgado, con el final de un formidable alegato, defendiendo el poder del individuo frente a la pobreza moral y el conformismo de las masas, que convence al jurado. Esta pequeña síntesis, está en la novela, y también, pero menos, en la película, con tramas intermedias, pero riquísima en matices en los distintos personajes, como el editor de periódicos que se debe a sus suscriptores o los manipula; con un amor tórrido entre los personajes de fuerte personalidad, con una trama muy original, y una profundidad filosófica y social, pues no en vano Ayn Rand era filosofa, fundadora del objetivismo, rebelde e innovadora, con seguidores y detractores tanto a la derecha como a la izquierda, con ideas tan actuales como: «el papel y la influencia del Estado en una sociedad libre, debe ser el mínimo necesario», aunque la política y los diversos partidos, piensen todo lo contrario. Manifestaba el odio visceral que sentía hacia el comunismo (había nacido en Rusia durante la Revolución), el fascismo y cualquier ideología totalitaria-colectivista que se arrogara el derecho a decidir la vida privada de sus ciudadanos. En El Manantial crea personajes que dan vida a sus principios filosóficos, pues ella defendía que el ser humano, aunque ni el mismo fuera consciente de ello, no puede vivir en este mundo sin una filosofía que estructure su vida. 
No es que comulgue con sus ideas, mas no dejan de ser muy interesantes, por lo que no me resisto a decir, aunque solo sea para meditarlas. La reducción del poder del Estado. La independencia de la economía sobre la política. El ateísmo y la certeza de que el conocimiento humano no es relativo o probable, sino cierto y verdadero. Y no puedo terminar, sin mencionar su predicción: «Cuando adviertas que para poder producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye a quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos con el soborno y por influencias mas que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrficio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada».