Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Diálogo a la sombra

09/07/2020

–¡Hola Don José!  –¡Hola don Pepito! –Bueno ¿ya estamos de coña, Josete? –Que quieres que te diga. Es que he pasado por tu casa, y me ha salido así de repente. –¿Y de dónde vienes tan sofocado?  –Es que no paro de ir de mesa en mesa, como el que va de oca en oca; que si la mesa de la sequía, que si la mesa contra incendios, la mesa de contratación de no sé qué, que ya no me acuerdo, la mesa de expertos en, bueno, todas las mesas son de expertos, la mesa del FEVE, …  –Perdona. Eso del FEVE me suena a ferrocarril de vía estrecha, como hay algún tren por el norte. –No hombre, no. Aquí en Ávila se llama ferrocarril de vía equina; vamos, como si fuéramos a caballo ¿entiendes? Y aunque pusieran muchos caballos, seguiremos a paso de caballo o de diligencia del siglo XIX. Solo nos faltarían los indios, que salieran por los pinares de Las Navas; pero como estamos despoblados, ni eso.  –Exagerado. Lo único que entiendo es que no están en paro los fabricantes de mesas, pues hay muchas, de todas las formas, tamaños y materiales, lo suficientemente grandes para que quepan, manteniendo la distancia de seguridad a contagios, que no sé porque diantre llaman distancia social, que eso es entre ricos y pobres, para que todos y todas, amigos y amigas, doctos y doctas, expertos y expertas, puedan hablar por un rato, con unos papeles delante y una botellita de agua; eso, en la foto.  –No seas mal pensado. Alguien se tiene que preocupar de los muchos problemas que tenemos, y si los que tienen que decidir están muy ocupados, o contando nubes, pues delegan en esos expertos para que les den alguna solución –Ya. Que los que mas mandan, necesitan cinco mil asesores y unas cuantas mesas, porque hay que distribuir el trabajo, pues ya se sabe que ellos no son los expertos, son otra cosa por encima, que no sé cómo se llama; aunque recuerdo que antes, en las monedas, como las de los reyes o de Franco, que ponía: fulanito rey de España D.G, o Franco, Caudillo de España, por la G. de Dios, que quiere decir, por la gracia de Dios. –Yo también las he visto, pero decía mi abuela que la G. significaba, porque a Dios le hizo gracia. No hay nada como la sabiduría de las abuelas. –Hablando de abuelas ¡qué haríamos sin ellas! Lo bien que cocinan, sean platos mediterráneos, como se dice ahora, o los típicos platos castellanos, sólidos y contundentes, cuyo saber hacer fueron heredando, sino que te echan una mano para todo, si se te ha descosido un botón, o hay que tener entretenidos a los niños, pues tu o no puedes o no sabes ¡ay! qué generación se nos va y que poco se lo agradecemos.  –Me parece que eres un poco machista y te gustaría que las mujeres fueran como tu abuela, que te lo den todo hecho y con propina. –No me toques…en el punto sensible porque, ni soy machista ni tampoco feminista; soy de centro, que creo es lo mejor, como en política. –No me digas. ¡a ver si tienes que salir del armario! Tan centrado, tan centrado, que no sabes para donde tirar. –Mira, guapete, no tengo que demostrar nada ¿sabes? Soy lo que soy, y punto. –Perdona. Cambiemos de conversación, que ésta parece ser que no te gusta. –Ni me gusta, ni me deja de gustar. Si quieres hablamos del orgullo gay, o de los machos de Pamplona. Pero como hay ropa tendida, mejor lo dejamos para otra ocasión. ¿seguimos hablando de las mesas?  –Mejor que de las mesas, que está bien si sirven para algo, cobren o no cobren por horas los expertos, que no lo sé y no me gustaría ofender, sería comentar los temas entre nosotros, que ya sabes, no van a ir a parar a ningún sitio, como no sea a la nube esa que almacena todo. –Está bien ¿por cuál empezamos? ¿Cuál te parece más interesante? –Pues no se. Porque a mí, me puede parecer uno, a ti te puede parecer que mejor sería otro, porque hay mas temas que estrellas en el cielo, y todas son enormes. Es lo mismo que les debe pasar a los políticos que, a lo mejor, o a lo peor, no coinciden con las preferencias de la gente. Pero claro, ellos son los que mandan y deciden, nos guste o no. El eterno dilema. –Creo que por eso se inventaron las mayorías, para fijar preferencias. Pero ¿las mayorías tienen siempre la razón?  –Yo creo que no, y hay ejemplos, acuérdate de los nazis. Si se equivoca uno, se pueden equivocar igualmente mil. ¿Dónde está la verdad?  –No te pongas filosófico, que no te aguanto. Prefiero los consejos de la abuela; al menos hablaría la sensatez. Bueno, se ha hecho tarde y me tengo que ir. Adiós don Pepito.  –Adiós don José.