Pilar Álvarez

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Pilar Álvarez


Hablemos de Amar...

08/06/2022

Nos damos cuenta de este detalle, o como no recibimos no damos, en ocasiones nos compartamos con el amor como  si fueran un capital perdido, y no es así. No se debe ser tacaño con el amor, pues la porción de amor que desembolsamos va renovándose a través del gasto mismo. Si dejamos de dar amor durante mucho tiempo, se disminuyen imperceptiblemente los caudales de amor que podemos generan. Podemos  decir el amor «carga» y no «descarga».
Al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede seguir amando. La lengua castellana dice del vocablo «amar» que sus derivados son amable, amabilidad, amador, amante, etc. En el camino de amar, primero se identifica la belleza física, eso que parece estéticamente agradable, de repente, cada uno se da cuenta de que hay muchos cuerpos bellos, y eso no es suficiente, entonces se sube el escalón y se encuentra la belleza del alma, que hace pensar qué virtudes hay en esa persona, en su «bondad»… Sin embargo hay muchas almas bellas y buenas, entonces,  avanzamos un poquito más y también encontramos el conocimiento… ·Eso sucede justo  al encontrar la belleza por sí misma, y eso nos hace pensar que independientemente de cómo esté la otra persona, de lo que siente o de lo físico, se ve belleza, por su Ser.
En la Antigua Grecia la palabra  ágape expresa el amor incondicional. Eros, lo bello, lo bueno. Y es que el amor es el camino, el nexo de unión con aquello que llamamos perfecto, divino, hermoso. Por experiencia sabemos que pocas cosas son capaces de hacer vibrar las fibras profundas del ser humano, el amor es una de ellas, es también sentir que el ser sagrado, tiembla en el ser querido. Amar quiere decir probar, y probar significa dar por bueno y decir «es bueno que existas», aquí y ahora  «yo quiero que existas». Por eso el amor protesta siempre contra la muerte. Saberse amado es sentirse insustituible, y es la forma mejor de pisar terreno firme, y vivir alegre. Intrínsecamente constitutivo de la personalidad humana, por eso se dice que es difícil vivir sin la persona amada. En el enamoramiento somos sujetos pacientes de un sentimiento, pero en su desarrollo somos sujetos agentes de un proyecto voluntario, capaces de un compromiso libre, lleno de esfuerzo y sacrificio. 
 Pero reflexionemos sobre la  pasión, ese sinónimo de vehemencia, ardor, entusiasmo, así como de inclinación y afición, por ello se la relaciona con el sentimiento amoroso aludiendo a la indeclinable orientación hacia una persona. Un amor apasionado definiéndolo como una afectividad que limita el discernimiento inteligente de un individuo. Una persona apasionada, entonces, escapa a los designios de la razón. Por ello habitualmente se opone amor a razón, afectividad a racionalidad. En ambos casos ninguno están ausentes las exteriorizaciones corporales y la capacidad de alterar procesos físicos. Lo que permite afirmar que el amor es una fuerza expresiva en la que participan los procesos intelectuales, de manera que la pasión al oponerse al amor se queda en este mundo de las apariencias, el que cree que amar es simplemente una atracción, está en un mundo en el que no puede conocer la verdad humana ni amar, por lo tanto, no podrá ser feliz. Tal vez va a necesitar un impulso divino del amor, que lo lleve a buscar el conocimiento y la verdad, y ese impulso puede convertirse en una misión de vida. Cuidaremos de que la palabra «amar» no se instale en nosotros en la esfera del puro vínculo del placer, que no se fije en definitiva, en lo meramente sexual.

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