José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Ir paseando de la mano

18/02/2024

Aunque con la resaca de San Valentín este es un título osado, yo les quiero contar otra historia. La primera es dar gracias a Dios porque desde que empecé a "festear" que es "salir" (para los que tenemos alguna cana) con mi mujer Amparo, ella me pidió que por favor no lo celebráramos nunca, junto con lo que una inoportuna alergia a ciertas flores me abona sin remedio a los bombones. Es verdad que tengo en el otro plato de la balanza la petición de mi madre a mi padre un día antes de pasar a la Vida, que ese día 14 de febrero le diera su último beso, como así fue. 
Otra cosa más de teología de la historia me revuelve un poco más porque por celebrar a este rebelde de los enamorados tan a favor del matrimonio que lo celebra frente a la prohibición y la aplicación de la pena de muerte del emperador de turno, (esa tremenda falta de originalidad de los que creen que gobiernan el universo) esconde a dos de los grandes santos de la humanidad, patronos de Europa junto a San Benito, como son Cirilo y Metodio, que son dos santazos como la copa de un pino y crearon el alfabeto cirílico para evangelizar al resto de Europa en unos años de los "facilitos" para los que creen que vivimos tiempos "caóticos". Y que se celebra el mismo día.
  Sin embargo, mi historia de con quien he sentido con una fuerza indescriptible que voy andando de la mano es con mi amigo Jorge. Jorge está atravesando un momento difícil, difícil, de los complicados de verdad. Nos conocemos desde hace muchos años, desde que compartimos alguna pera en el César Carlos, aunque él sólo iba de visita. Le sucedí en alguna cicatriz histórica de puestos diplomáticos y siempre tuvimos una relación francamente buena. Siempre le he pedido que me anticipe donde va a ir porque por un caprichoso empeño de la Providencia siempre le acabo siguiendo y tal vez persiguiendo.
Siempre le he respetado y he sentido franca amistad, porque hasta nos sentábamos en la misma marca de sillas. 
Como los giros de los guiones en la vida son más intensos e impredecibles que en la pantalla, volvimos a encontrarnos en Madrid. Quedamos a almorzar algo muy vegetariano y allí me deslumbró porque la luz que transparentaba no era ya la suya. Yo había dejado aparcada la conversación en una inteligencia y una sensibilidad artística humana y me encontré con un santo que había recorrido un camino de la mano de Agustín, de Tomás, vamos de los grandes, y que incluso, por la vía más abandonada en los tiempos del sentimiento, es decir por la vía de la razón, se había colocado en la "pool position" con la escudería de un magnífico patrocinador italiano que lucía en su bólido de Pablo de la Cruz, que también está ya en una obra inmortal en Madrid y con su extraordinaria Esther y los tres mosqueteros que hablan más idiomas de los que se pueden entender. 
¿Y qué pasó? Que en la ultima conversación que hemos mantenido, tuve la sensación que me llevaba de la mano hasta la meta a la velocidad del rayo, que tenía un compañero de los de verdad, de los que quieren que solo compartamos el banquete, de los agasajos y milagros que te regalan solo por intentar se fiel, porque para Uno lo imposible no existe, solo consta la grandeza que se recrea en lo pequeño para que se reconozca fácilmente y así cualquiera que quiera despertar, encuentre el amanecer que se cuela por nuestras pequeñas rendijas que osadamente llamamos vida ¡Cuánto por lo que dar gracias por poder ir paseando de la mano querido Jorge!