José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Nacemos para no morir jamás

31/03/2024

Hoy cobra todo el sentido esta frase que se las escuche hace pocas fechas a una de las personas más imprescindibles de esta España contemporánea. A una persona que citando al inglés Cardenal Newman "serán los de la versión sorprendente del último día, la de los verdaderos motores del mundo, los santos sencillos".  Borja Díez intentaba pegar con naturalidad y con vestido de gala, lo que el mundo se ha encargado de separar aviesamente; pero él no se rinde jamás, que es un signo que no sólo distingue a los atléticos, sino también a los buenos de verdad, a los que no pierden la esperanza nunca, mientras practican a todas horas la caridad con todos los que pasamos desavisadamente a su lado, pensando en voz alta que disfrutan en alquiler una fe que tiembla.

Piénselo bien, Borja citaba a San Mateo y esa barca que se tambaleaba en plena tormenta. Hoy Resucitamos todos, y es una verdad abierta a todos. Todos los que tenemos la suerte de nacer lo hacemos para gozar unas vidas más o menos fructíferas, duras, complejas, pero con la certeza de que ya no moriremos jamás. Cómo decía Chesterton, no es una realidad paralela, se puede vivir de espaldas o de frente a ella, y aquí como en cualquier arca de Noé, tenemos que cabemos todos. Hay una canción de "Gospel" que lo relata fenomenal "Noé trajo a pares, al buey, al camello y hasta… el canguro", esto, pero en inglés de Carolina del Sur.

Por esto también la defensa de la civilización, de nuestras procesiones, nuestras tradiciones no son menores, nos dan sentido. Y si les ha tocado hacer de "cicerones" esta Semana Santa de algún amigo que se haya acercado a Ávila o a cualquier sitio a la misma temperatura lo han comprobado. Pese a lo adverso del tiempo que ha impedido a mi hermano Luis ir de la mano de Paco con el Cristo de las Batallas. No es lo mismo venir a Noruega y no probar el salmón, el bacalao de las Lofoten, el reno, que manifestarse y no conocer nada de sus tradiciones. No es lo mismo ir a Ávila y no disfrutar hoy de un hornazo mientras contemplamos "El Resucitao". Es la diferencia entre los que cuando vienen dicen "¡qué bonito!" a los que te espetan "¡inolvidable!", porque se ha operado la magia de que los que viven ahora, comparten todo lo que son para que los que siguientes recojan el testigo, y vivan para siempre, y así ellos mismos lo transmitan.

En un regalo inesperado, estos días tuvimos una cena con unos amigos como habrán tenido muchos de los que llegan al final de mis artículos. Había más niños que mayores sentados a la mesa. Y todos los pequeños brindaron por la amistad, por la admiración, por la familia, por el aprendizaje. Me emocioné de verdad, porque pensar que tres mosqueteros particulares estaban cada uno con una personalidad tan marcada como diferente y con una simpatía arrolladora, dispuestos a que los colores de sus padres no caigan nunca, me llenó el corazón con esa pequeña certidumbre humana que sabe a victoria, de que ellos se encargarán también, que no muramos nunca.