José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Se me secan hasta los cactus

07/02/2021

Así me respondía mi amigo Enrique en una conversación de la que pude extraer al menos dos explicaciones singulares. Estábamos hablando de cómo regar las plantas, y esta es una metáfora, cuando yo me quejaba compungido de que existen personas que piensan que el agua es tan bueno, que cuando riegan las plantas las inundan y las acaban pudriendo. A mi me gusta regarlas los sábados, con agua templada si es posible, y hablándolas a cada una con su singularidad. A una alabándolas sus flores, a otras animándolas para que crezcan, a otras insuflándolas valor para que no se rindan. Como en la vida, aparecen las influencias exteriores, y alguien decide que tus plantas necesitan otras cosas diferentes de las que tu les das. Y van y las riegan, sin que nadie les haya dado vela en el entierro ni nada parecido. Además es algo inevitable que no se puede controlar, desde el rayo de sol a la brisa helada del mar báltico.
Y eso que no soy capaz de citar el título de una de las mejores películas irónicas modernas norteamericanas que bajo el pretexto de una cinta cómica destripa con gran inteligencia la vida entregada al futuro. En esa vida echada en brazos del futuro, la población padecía mucha hambre porque en nombre del progreso habían decidido que existía una fuente mejor que el agua para regar las cosechas. Si el Gatorade u otra marca, tenía electrolitos y era tan buena para recuperarse después de hacer cualquier deporte, también tenía que suponer una mejora tecnológica sin parangón, y empezaron a regar todas las explotaciones agrícolas con la bebida isotónica. Resultado, todos con hambre y nadie queriendo volver al pasado de regar con agua. Si se te secan hasta los cactus, con sentido del humor como lo dijo Enrique, existe al menos una pausa para pensar antes de actuar.
La otra explicación singular también me la proporcionó en una conversación María que también habita por estos lares en los que deambulo. Eso sí, como es más audaz que yo, vive más al Norte. Me contaba que sus hijos la asaltan constantemente con preguntas sobre las cosas que les ocurren en su vida, y le preguntan porque tomaron tal o cual decisión sin consultarles. Ella responde con tranquilidad a sus hijos que estas decisiones se tomaron sin consultarles porque ellos no habían nacido, a lo que los pequeños reaccionan de una manera espontánea y muy comprensible, como si siempre hubieran existido. No conciben que ellos todavía no estaban allí. 
A mi esto siempre me lleva a la interpretación de un pasaje preferido del profeta Isaías y a otro de mi citado Burke. En el pasaje maravilloso del profeta del Antiguo Testamento, nos habla precisamente de eso, que el Buen Dios nos ha creado a todos y nos ha pensado a todos desde la eternidad “te he tejido desde el vientre materno”. No hay casualidades en la Providencia y la frase es preciosa.
Para no ponernos estupendos, Burke lo explica de una forma mucho más social y más política. Si cada generación no asume las decisiones que tomaron sus padres y madres o de sus abuelos, asumir no significa no tener capacidad para modificarlas (pero si es posible para mejorarlas) nos vemos condenados a no progresar humanamente. Cada generación se tiene que inventar cada vez. Esto se reproduce en muchas de las experiencias que nos acontecen, y si somos valientes podemos reconocer que parecen peligrosamente a las que vivieron los que nos precedieron y si no lo hacemos corremos el riesgo de que las personas como dice Burke “nos convirtamos en moscas de verano”. Lo que nos confunde a todos son los nuevos ropajes, las luces de feria y el ruido. Los signos de los tiempos.
Por eso defiendo tanto la conversación, porque en un intercambio de vivencias personales se pueden intuir muchas de las respuestas que necesitamos. Estas conversaciones tuvieron lugar sin contacto y sin una cerveza por medio, para todos aquellos que piensan que la única forma de relacionarse es en una terraza al aire libre en vez de abriendo el corazón.