José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Indios y vaqueros

05/03/2023

Esta reflexión me lo provoca una serie de acontecimientos que se agolpan en este momento en mi vida y les pido a los que llegan al final de mis artículos ayuda para ponerlos en orden. Creo que será una colección de varios artículos, así que no hay que apresurarse para el veredicto. 
El primero es lo que disfruto jugando a Indios y Vaqueros con mi pequeño Javier. Montamos nuestros escasos, digo escasos, porque si lo intentan verán lo difícil que resulta en esta época de afluencia, de globalización, encontrar indios y vaqueros de los de siempre. Aunque sean de plástico reciclable o de otro material. Javier siempre quiere ser los "buenos" y eso acaba con una amalgama de vaqueros, Batman, una figura del Rey San Luis comprada en la Saint Chapelle y como refuerzos incombustibles, un fuerte de Comansi y un portaviones a tope. Yo por mi parte, elijo los indios, que, de nuevo por algún defecto evidente de personalidad, los veo cada vez más con "los buenos" y no acepto con alegría la división infantil que me proponen desde una atalaya de siete años. Suelo perder por un capricho del destino en el que un familiar cercano tuvo parte activa. "Flecha Verde" era el indio que desequilibraba la balanza, no fallaba ni una sola, pero un día desapareció, sin escribir ni una sola carta de "missed in action" ni nada que se le parezca. Y a veces, casi siempre, me hacía ganar. Tanto que Javier estuvo a punto de pedirse los indios en alguna ocasión. Un día, como en el cuento del "Soldadito Valiente", dejó de estar, y Javier para compensarme en mis innumerables derrotas de madurez, me ha construido una estatua en papel verde que es una réplica exacta de lo que debe ser un héroe y un padre de la patria a la vez. Tengo que dar Gracias con mayúsculas porque ya ven que casi siempre salgo ganando.
Estas últimas semanas pregunté por un tío político mío que ya peina más canas que yo, y que es un personaje siempre sano y alegre, de paseos por el campo, de pasar por casa siempre y traernos de lo que cultiva. Sigue como siempre, pero su mujer se quejaba que desde "que en ese canal ponen todos los días tres películas seguidas de indios y vaqueros, no sale en toda la tarde". No sé si me entró sana envidia, o la sana duda de si yo aguantaría tanto tute, pero está claro que Manolo sabe a fuerza de que se lo recuerden todos los días, quiénes son los indios y quiénes son los vaqueros, sobre todo ese que reza ya desde su tumba "feo, fuerte y formal" conocido por el Duque John Wayne. 
Y no se si aguantaría tanto tute por las últimas cinco películas y novelas que han entrado en mi vida y que les tengo que contar porque se me alejan tanto de estos Western que me hacen pensar como a Oscar Wilde que cuando me hablan del tiempo siempre pienso que me quieren decir otra cosa. La primera de esas películas es la asombrosa biografía de Elvis y después la de Marylin Monroe con el nombre de "Blonde", Rubia, sabiendo que no lo era.
No voy a destriparles nada de las películas de género biográfico aunque supongo que casi todos los de una generación saben todo lo que pasó al "rey del Rock" y a la "ambición rubia". La primera bocanada de aire gélido me la dan los de la siguiente generación que me dicen que no tenían ni idea de sus vidas. Unos mitos sobre los que se construye la afamada cultural pop no sólo han desaparecido si no que ahora se apresta el gran edificio para ser demolido. Nada que no me suene a ningún fantasma previo al que tuviera que hacer frente mi guionista favorito, Edmund Burke.
No me extraña que estén nominadas a los premios Oscar por sus actuaciones. Son soberbias e inolvidables, se merecen todo el reconocimiento. Pero aquí todavía se acrecientan más mis dudas sobre si esconden algo perverso o simplemente maniqueo, o simplemente algo de esta época Woke en la que vivimos que hace de lo feo, lo sublime, lo inolvidable. Las dos películas destrozan, no por humanizar, si no precisamente por deshumanizar a los personajes históricos, con muestras de verismo extraordinarias, de nuevo las hacen muy recomendables. Pero destrozan a unos mitos exagerados desde la desmesura, de tal manera que hoy, después de ver estas películas, ya tengo claro donde estarían en nuestros juegos vitales. Norma Jean siendo la bailarina consumida en el fuego junto al corazón del soldadito y Elvis siendo ese nuevo influencer como si cualquiera pudiera ser artista por accidente y no por pasión. Y esto no es lo que saben los indios y vaqueros. Me quedan tres más. Para la próxima semana, con Maverick.