Pilar Álvarez

Lo social

Pilar Álvarez


Carencia social, educación...

18/01/2023

¿Nos está dando la impresión que el mundo está desordenado? Por la injusticia, la violencia, la corrupción… y que por lo visto debemos ser nosotros los nacidos para remediarlo. Ahora bien ¿qué podemos hacer? O, ¿cómo ser eficaces ante esta situación? Revolucionarios con agresión, esto último  traería nuevos males y no es seguro que resolviese ninguno de los males presentes. Nuestra democracia aspiraba a trasformar y mejorar las instituciones que sirven de apoyo a la ciudadanía y, sobre todo, dando orden a la convivencia social, sin embargo estamos percibiendo que  son los medios los que justifican el fin. Es preciso corregir lo que detestamos  sin destruir indiscriminadamente lo que ya hemos conseguido desde hace por lo menos un par de siglos. Es evidente que algo radical y profundo debe ser intentado,  por la necesidad de alcanzar mejores logros civilizados,  y que estos sean practicados con seguridad en igualdad social.
¿Por dónde empezar el cambio, algo tan difícil como necesario? La educación, yo diría la «cívica», es decir: la preparación que faculta para vivir políticamente con los demás en la ciudadanía democrática, participando en las gestiones públicas con la capacidad de distinguir entre lo justo o injusto, sin que nos cieguen las pasiones. Esta concepción de la educación tiene especialmente que ver con la filosofía, tanto por la reflexión ante la práctica social, los valores que deben orientarnos, y el conocimiento a la hora de la argumentación… La ignorancia no es primordialmente la falta de conocimientos, sino algo más radical, y directamente relacionado con el funcionamiento social en armonía. Donde derechos y deberes que impone la vida sean interacción con lo que tenemos en común con nuestros iguales. Ser un ciudadano pleno  significa participar tanto en nuestra propia vida, como también en parámetros generales, con la conciencia de que actuamos para un mundo compartido con otros.
Para erradicar la»violencia cívica», que siempre proviene de aquellos que son incapaces de articular convenientemente demandas sociales, o de comprender la fuerza argumental, de las que se les proponen. Sería conveniente que esta  educación  estuviera  presente desde la temprana edad en nuestra sociedad, sin adoctrinamiento claro está, que no tendría nada que ver, no tratemos de equivocar.
Debemos, como  ciudadanos,  formarnos para ser susceptibles de sentir, y apreciar la fuerza de las razones, no las razones de la fuerza. La educación es lo que nos permite llegar a ser un ser de pensamiento, de palabra y de comunicación. Pues para ejercer la libertad derecho fundamental de todos es necesario tener conocimientos, esta apreciada libertad debe estar ligada, dentro de la educación cívica, con la presencia imprescindible de la tolerancia, esa que exige establecer un marco común, ser tolerante es convivir con lo que uno desaprueba… ¡y con quienes le desaprueban  a uno! Todas las personas son igualmente respetables, pero no todas las opiniones. Hoy en día ocurre todo lo contrario, es decir, en muchas ocasiones se respeta menos a las personas que a las ideas por una veneración idolátrica a cualquier tipo de ideas. Sin embargo,  el pluralismo es enriquecedor e inspira a quienes lo comparten nuevas ideas, dentro de las deliberaciones  profundas y detenidamente, donde se buscan alternativas, tomando decisiones  entre distintos argumentos, ello significará claro ejemplo de cultura, ley, igualdad, y respeto. La capacidad de elegir, preferir, y desechar, también entraría dentro de la educación cívica.