Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Efémeride luminosa (cont.)

27/01/2021

AVISO: lo siguiente es pura ficción, un pequeño respiro cuando la realidad es tan negativamente densa.
Un lector me ha preguntado, porque quería saber algo mas de aquel día luminoso del 21 de octubre, que terminaba con una entrevista de trabajo, que pasó y como me fue. Hay historias que no tienen fin; no obstante, recojo la demanda para satisfacer la curiosidad de mi querido lector, en el espacio que tengo asignado.
Tenía un papelito que me indicaba a donde debía dirigirme para la entrevista. No había mas aclaraciones ni explicaba que condiciones debía reunir, por lo que era tan amplio el abanico de pretendientes que me temía lo peor; eso sí, tenía firma y un sello de la Administración, que ya era algo fiable, pensé. Pero cuando estás sin trabajo, te agarras a cualquier ilusión, de lo que sea, porque hay que comer. Llegué delante de un edificio de oficinas que tenía sobre la puerta un gran cartel, como recientemente puesto, que decía Dirección General de Ideas Luminosas. Delegación Provincial. Quedé sorprendido de tanta coincidencia, con mi agenda, con la bombilla de mi casa, como si todos los planetas estuvieran alineados. Esto empieza bien, me dije, sin embargo, procuré cruzar el umbral con el pie derecho. En el gran vestíbulo había bastante animación, y me dirigí a una conserje preguntándola donde tenía mi entrevista. _Al fondo, a la derecha.   _ Cómo los servicios, ¿no?   _Casi. Allí verá una puerta con el número 7. ¡No podía creerlo! Con ese número me tocaron los Ciegos hace unos años. Abrí y me encontré, como en cualquier oficina de consultas, un aparatito para coger un número, muchas sillas ya ocupadas casi todas, y al fondo una serie de mesas separadas por mamparas, con un número, presididas por unos empleados, los entrevistadores. Al cabo de un rato salió mi número en una pantalla, y el de la mesa a donde debía dirigirme. Sentada enfrente de donde yo debía sentarme, había una señorita o señora, bueno, creo que esto ya no se dice, lo decía Bobby Deglané, desaparecido dicharachero presentador, con unos papeles delante. Tenía aspecto agradable y circunspecto, el tipo de mujer que siempre me ha dado mucho miedo, por el poderío que emana de su persona. Después de invitarme a sentar, empezó el interrogatorio, quien era, donde vivía, soltero o casado, con hijos o sin, donde nací, si tenía antecedentes penales, cuales eran mis estudios, si había trabajado antes y en qué; vamos, una ficha muy completa, un fiel retrato de mi yo exterior. Las preguntas posteriores me sorprendieron. _Dígame algo agradable.  _Perdone, no me atrevo.  _No a mi persona, sino algo que me haga sonreír.    No se me ocurría nada; lo único que me vino a la memoria fue una tontería del humor loco de Tip, de hace muchos años.   _Hoy amanece sonriente, porque al amado maestro, le ha salido el primer diente.  Cuando vi una sonrisa en mi entrevistadora, di un suspiro.  _¿Usted come y bebe de todo, le sienta bien?.  _Hago unas digestiones excelentes.  _Le gusta ir de compras, se siente cómodo comprando.  _! ojalá pudiera hacerlo mas a menudo ¡  _ ¿Ha tenido que manejar dinero que no era suyo, y después rendir cuentas? ¿Le gusta viajar?  ¿Viaja en trasporte público, coche propio, en taxi? ¿Le gusta lo rural? Las preguntas parecían absurdas, pero ella anotaba en aquellos papeles, a los que yo echaba una ojeada, a ver si me enteraba de algo, en unas casillas donde ponía una X.  La entrevista fue intensa y desconcertante. Terminó con una escueta despedida. _Firme aquí. Recibirá una nueva notificación en breve.
Al cabo de una semana, el cartero dejó en mi casillero un sobre oficial, con otro papelito dentro, de haber sido aceptado y convocándome a una nueva reunión en el mismo lugar anterior. Estaba turulato, pues seguía sin saber dónde me había metido. Llegado el día, entré en el edificio y me dijeron fuera a la puerta central donde estaba el salón de actos, que ya estaba casi lleno con cientos de personas, hombres y mujeres, en paro como yo. A la hora prevista, apareció el Delegado Provincial, que comenzó a hablar: “Ustedes han sido elegidos como actores de un Plan piloto del Gobierno, con el fin de reactivar la economía nacional que está en una grave recesión. Las ayudas a las entidades que las han pedido, no se harán directas, sino a través de ustedes. La idea no es nueva, aunque varíen algunos aspectos, pues ya ocurrió en el crack del año 1929 en Estados Unidos, y las teorías del economista Keynes, de unos a hacer hoyos y otros después a taparlos, con lo que la gente estaba ocupada, cobraba un salario, y este se gastaba consumiendo, y así, a medio plazo, podía reactivarse la producción a través del consumo y, en consecuencia, la economía. Esto solo lo puede hacer el Gobierno, con fondos especiales, de la manera que voy a explicar. Un programa informático, según las entrevistas, les han seleccionado por actividades y zonas, y lo único que tienen que hacer es consumir en las zonas, locales, productos señalados, según las peticiones de ayudas solicitadas. Ustedes tendrán un contrato temporal y una asignación fija, pero además se les dará una tarjeta, personal e intransferible, cargada con cierta cantidad y gasto que pueden realizar, pidiendo siempre un justificante del mismo. Periódicamente vendrán a estas oficinas para su control, incluso a depositar productos que compren y no consuman, que serán después repartidos a varias ONG, y pudiendo ser recargada nuevamente la tarjeta, si el control es satisfactorio. Si tienen dudas, pregunten.
Se acabó mi columna. A lo que pasó después, echen imaginación.