Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Crónica de una muerte anunciada

29/10/2020

A pesar que el Rey Felipe VI afirmara hace unos días que «nadie duda que el 2020 está siendo un año difícil, no podemos caer en el pesimismo», es bastante preocupante la situación que todos y cada uno de los ciudadanos estamos viviendo en España –también en otros países– como consecuencia de la pandemia del Coronavirus, que nos tiene en vilo desde el pasado mes de marzo, aunque diera una pequeña tregua durante el verano.
No ha desaparecido el pesimismo, tampoco el miedo. Se hacen cada día más palpables al comprobar como diariamente aumenta el número de contagiados, hospitalizados, ingresados en las Unidades de Cuidados Intensivos y lo que es peor la cifra de personas muertas día tras día en España. Se asemejan a la de los primeros meses del Coronavirus. Es como si cada veinticuatro horas se estrellara un avión con cerca de doscientos pasajeros a bordo. Desgraciadamente nos impresionan más esos accidentes aéreos que lo «ya aceptado» como normal por esta terrible pandemia.
Pesimismo, miedo y malestar por lo poco y mal hecho para neutralizar al virus. Primero por los bandazos y continuos cambios de opinión del Gobierno de España durante el «mando único». Sí nos dejó encerrados una larga temporada en casa pero no cumplió con las «ofertas» que cada semana hacía el Presidente del Gobierno. Se escudaba en un Comité de expertos  que resultó inexistente. 
En junio regresamos a la «nueva normalidad» y las Comunidades Autónomas tomaron el mando Covid adoptando las decisiones que creían mejores para hacerlo frente, según sus propios criterios políticos y circunstancias. Desde junio a octubre han pasado varios meses y poco o nada, ninguno de ellos, han realizado de lo que dijeron iban a preparar, sobre todo en el plano sanitario –dotación de médicos y enfermeros, material necesario– para evitar esta segunda crisis. ¡Así estamos como estamos! 
Ahora se nos ha impuesto un «toque de queda» –al presidente Sánchez le gusta decir «restricción de la movilidad nocturna»– en toda España, salvo Canarias, durante seis meses, si no cambian nuevamente de opinión. El Gobierno lo «hace voluntario» a partir del 9 de noviembre, cuando serán los gobiernos autonómicos los que tomen la decisión. A esta no movilidad por la noche pueden unirse confinamientos perimetrales y no se descarta, si la situación va a peor, una nueva clausura domiciliaria.
«Toque de queda» que no seduce a algunos grupos políticos. Creen serán seis meses de «carta blanca» al Ejecutivo sin control judicial, ni parlamentario. Poco a los ciudadanos, que vemos como la actual situación va a servir para suspender y a la larga acabar con algunas celebraciones –soy muy mal pensado– que no gustan a parte del Gobierno como son las Navidades y la Semana Santa. También se verán afectados Carnavales, Feria de Abril y todas las fiestas que tienen lugar en España y arrastran a miles y miles de personas. 
Menos convence a quienes más van a seguir sufriéndolo duramente como son bares, restaurantes, discotecas, pubs y hoteles, además de otras empresas que les abastecen y el mundo del taxi. Los de Ávila y la región castellano leonesa no comprenden que la Junta, con el margen dado, haya decidido poner el «toque de queda» de diez de la noche a seis de la madrugada. Lo ha hecho, supongo, para evitar posibles contagios en reuniones nocturnas domiciliarias, botellones de jóvenes –que adelantarán– pero sin preocuparle mínimamente los muchos perjuicios que a esos gremios y establecimientos les va a ocasionar un cierre tan temprano por la ausencia de personas a cenar o tomar una copa. Aquí no estamos acostumbrados hacerlo a las ocho de la tarde.
Si a las consecuencias de esta nueva orden, que puede ser modificada fácilmente, sumamos todo lo que están padeciendo desde el pasado mes de marzo y el próximo cierre de «fronteras», como anunció ayer el presidente de la Junta, para impedir la llegada de turistas –producto del miedo y preocupación, no de no actuaciones políticas como algunos políticos dicen– se verán abocados a un cierre que nadie desea, aumentar considerablemente el número de parados, agravar la actual crisis económica e ir a una ruina de la que será muy complicado salir. 
Se deben tomar medidas de verdad con estos colectivos y que reciban parte de esos millones confirmados por la Consejera de Empleo. Si no la agonía será muy dura e inútil para acabar, como dice el presiente de los hosteleros, recibiendo la «puntilla». Recordamos la novela de Gabriel Garcia Marquez pues se está escribiendo la crónica de una muerte anunciada.