Ester Bueno

Las múltiples imágenes

Ester Bueno


La Peña Negra y la primavera

31/03/2023

Hay veces que unas palabras no definen nada para nadie, excepto para algunos mortales en cuyos ojos y oídos esas sílabas encadenadas dan fe de lo que son y de lo que fueron en algún momento de su vida. Así, la Peña Negra es una atalaya fervorosa que ha marcado el latir de muchos que conozco y del mío. La montaña azulada testigo de mi infancia que se viste de jaras y piornos a no mucho tardar, a finales de abril,  en su tercio de arriba.

Cada mañana, en cualquier estación, mantiene su precedencia ambigua de calor y de sombra, de amenaza o cobijo, según se sienta tu melancolía. Es en invierno cuando esa presencia de montaña ruda, a veces descarnada, se hace más patente. A la falta de luz se une la negrura de ladera capada, sin las hojas de los robledales que volverán más tarde, cuando los verderones aniden allí cerca, a salvo del humano.

Únicamente con nevadas copiosas parece que la luz se desprende de su natural abatimiento y baja hasta ese valle regado por un Corneja exhausto de intentar ser caudal, y de no serlo. Al explosionar la primavera parece que un recuento de semillas, perdidas en los siglos, se unen para dar cierto verdor a las estribaciones, pero nunca hasta arriba, donde solo rebrotan, en los arroyos perezosos y tiernos, las matas de coruja, un milagro del cielo y de la tierra que unos pocos conocen y rapiñan.

La importancia de la Peña Negra es el escudo con el que protege las almas de los que la quieren. Al acercarte por cualquier esquina al llegar a ese Valle tan callado, tan sumamente leve, tan poético,  siempre está la montaña, está velando por que no te pierdas, y perderse es tan fácil que se necesitan referencias, ya tengas once años o setenta.

Pero si en un momento es tótem, es emblema o marca de linaje, es en la primavera. Los arroyuelos bajan sin temores por entre lo verde que crece sin control más allá de Pesquera. Pequeñas flores blancas y amarillas proliferan en esa tierna ecografía de pasto, de tierra mancillada por fríos y rigores, y que no necesita más que un poco de sol y una lluvia ligera para ser otra vez milagro y acogida, la sonrisa del sol al levantarse, y saber que aún le quedan los meses de verano para ajar eso joven que ahora es su milagro.

Es en la primavera cuando da gusto ver como aparece la luz de la mañana. El parque de los Duques de Alba deja ver su silueta allá en lo alto. Si conoces el sitio sabes que debes ir más arriba de la máscara de Goya, con la cara dispuesta a lo que llegará, y sentarte en el suelo o simplemente dejar que te acompañen los sonidos que no se manifiestan en la vida del día y del trabajo.

La montaña se convierte en amiga cuando ya ha deshelado, se transforma en un muro infranqueable que deja resonar sus criaturas: los pájaros, las abejas zumbonas y rebeldes, los ratoncillos grises que no ves pero sientes en su pálpito, y a nosotros, sus hijos más queridos, a los que ve llorar y atormentarse, o reírse y jugar a ser felices sin que exista un mañana.

No me extraña que en la mirada de los antepasados la montaña fuera morada de los dioses, lugar en que lo bueno y lo malo era dirimido, con castigos y premios, con el furor del viento o el regalo de una nube azulada amarrada a los picos más enérgicos. Truenos, relámpagos y pedazos de luz, rayos de una esperanza inacabada, fulgores de una vida mejor y más completa.

Peña Negra, el lugar que cobija los sueños de los niños y que es consuelo en las épocas malas, que es punto de respuestas, que es hogar. Solo entenderán estas verdades aquellos que también adoren su montaña, su estandarte de piedra y risco moldeado por el viendo del norte y las escarchas. O si no es su montaña será la de alguien muy querido, que pertenezca a un sitio como éste, que le enseñe a sentir que, en todo caso, es profundamente necesario tener una montaña a la que asirse en la distancia o en la permanencia.

Es en la primavera cuando hay que volver a tu solaz, a tu sitio de oro, a Peña Negra, y tener el sentido, absolutamente irrebatible, de saber que eres parte de un lugar en el mundo.