Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Otoño

08/11/2020

Caminar en otoño serena mi alma. La paleta de colores de la estación se muestra en todo su esplendor, regalándome rojos, naranjas y amarillos, con una amplia gama de mezclas y tonalidades intermedias. Las castañas de los parques pueblan el camino de pequeños balones con los que ir jugando mientras las hojas caídas se convierten en una crujiente alfombra por la que pasear. Su olor impregna los jardines llenando la ciudad de belleza contenida en el aroma petricor, esa tierra mojada que se eleva tras las jornadas de lluvia.
Cuando llueve, el reflejo de tan características tonalidades puebla las aceras, y puedes ver reflejados los árboles que se preparan para la introspección otoñal que los llevará a florecer en primavera. Sabiendo que llegarán las flores, que sus copas se llenarán de un resplandor blanco o rosado que anuncia el final de los días cortos y fríos allá por marzo, es más fácil maravillarse ante el espectáculo multicolor que se extiende por las arboledas abulenses. El  otoño es una estación que incita a coger los rotuladores, llenar páginas de hojas coloreadas y teñir nuestro corazón como el horizonte más intenso del año. Esos días en los que el sol calienta antes de que llegue el eterno frío invernal y la piel absorbe los rayos ansiosa, sabedora de que son los últimos. 
Aparecen las setas fieles a su cita otoñal, listas para ser recogidas, alentando la fantasía del hogar de pequeños seres que, si no son azules, al menos sí serán mágicos. Las botas de agua parecen el uniforme ideal para disfrutar del campo cuando cae una suave lluvia. Parece que después de un paseo, lo que más apetece es sentarse junto a un buen fuego, oírlo crepitar mientras las llamas emanan un calor que poco a poco sustituirá los rayos que antes absorbíamos del sol. Una bebida caliente entre las manos para recuperar la calidez. Podremos cocinar mermeladas y compotas, cremas de calabaza, asar castañas y pimientos, recoger manzanas y comerlas a bocados. Olor a lumbre. Cuando la chimenea sea nuestra principal fuente de calor natural, el invierno habrá llegado en forma de Navidad. 
Aunque el otoño parezca el final, no es sino el punto de inflexión. El momento de recomenzar. Cuántos proyectos comienzan en otoño. Al caer las hojas, nacen nuevos propósitos, cimentándose en aquello que queremos añadir a nuestra vida, como si plantásemos los bulbos de narciso para que broten en pleno invierno, recordando que la primavera está cerca. Disfrutar del otoño puede significar replantearnos o replantarnos, paseando entre los encarnados árboles que preparan su regeneración, cual ave fénix que se incendia para resurgir de sus cenizas. Atalantarnos en todas sus acepciones, asentar nuestras raíces, cuidando nuestro tronco, cultivando nuestra copa.
Pasear, oír a los niños reír, el aroma del otoño, colorear con el pantone estacional, sacar botas y abrigos, disfrutar de bosques y arboledas, sentir el paso del tiempo, absorber los últimos rayos de calor, sonreír con la mirada, cantar bajo la lluvia, patear castañas. A veces el otoño parece un estación encantada y es tan mágica que este año me parece más bella que nunca.