José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Indios y vaqueros (II). Maverick

12/03/2023

Me revuelvo contra los que piensan que cualquiera puede ser un jefe indio o un líder vaquero. Es otro de estos rasgos de esta sociedad que está perdiendo todas estas batallas interminables. Sostengo más bien todo lo contrario, para ser una Gran Jefe Sioux, un Jerónimo o Toro Sentado, o un David Crokett o Buffalo Bill, no hay que abandonar nunca, no hay que rendirse nunca, aunque se vaya de fracaso en fracaso como decía Churchill hasta la victoria final. Cualquiera vale para jefe, no para líder. Lo que ocurre es que en esta época se nos ha metido el fantasma del éxito y la eficiencia en todas las tareas que emprendemos, y esa es la gran barrera que genera el rechazo de mucha gente. Se puede vivir una vida y eso ya es un triunfo siempre que no se ceda a la mediocridad vital. No hace falta tener éxito y reconocimiento para ser un líder. Y de eso va a esta película.
Todavía recuerdo cuando salí del cine con mi hija Gadea y exclamamos a la vez ¡Peliculón! y esta sí se la recomiendo vivamente ante de que le den o le quiten el Oscar a Mejor película esta noche. Esta valorada en IMDB con un 8,3 sobre 10 que la otorga la categoría de clásico. Steven Spielberg ha exclamado que «ha salvado el cine» y afirmar esto en la antesala de los Oscar, no se sabe si es gafarla o ponerla en el disparadero. Después de este artículo a lo mejor quedan claras las razones por la que los indios pueden revolverse contra el General Caster. 
Maverick aparece como una respuesta perfecta, una intuición de lo que hablaba el otro día en mi artículo con Flecha Verde, Marylin Monroe y Elvis Presley. Asistimos a tal demolición de lo que se ha construido en los últimos años que nadie sabe cómo responder lo que nos va a pasar en el futuro, quién peleará nuestras luchas o si estamos condenados a la derrota total. Hasta que un infravalorado Tom Cruise va y se saca este peliculón de la manga. Los que resistimos con algunas taras a Top Gun 1 (esta sí que raya el clásico mal envejecido), pese a la canción de 'Take my breath away', chupa de cuero y moto incluida, nos temíamos lo peor. Y eso que son varios los almirantes que conozco personalmente que cuando hemos hablado de Maverick me han reconocido que se hicieron pilotos por Top Gun. A veces, las influencias que recibimos dependen más de una suave brisa de verano que de un glaciar en movimiento.
Esta película responde como pocas al drama de nuestra época para que recuperemos los indios y vaqueros. Existe una generación, la de Maverick, que parece haberlo ganado todo e inventarlo casi todo; dinero, reconocimiento, éxito. Maverick no, sigue siendo capitán mientras que 'Ice' y sus compañeros son todos Almirantes con más estrellas que el firmamento. 
Y existe una nueva generación joven que tiene el mismo o más hambre, pero que no conocen la manera de lidiar con estos mitos vivos de la edad de Cruise o de la mayoría de nosotros y que encima les presiona en todo momento para mejorar sus notas y sus objetivos. Además, el éxito para esta generación es más de equipo que individual. Se les ha mentido con el placebo de que son los más preparados de la historia pero que su sociedad es «compleja» porque parece que «se saben el manual de memoria» y manejan Instagram mientras que Maverick se defiende sin emoticonos en WhatsApp. Y ya saben que no es verdad de todo. 
Pero la brecha entre Maverick y los nuevos es insalvable o eso parece hasta que surge la maestría de esta película que no se la cuento, pero de nuevo como antes en muchos momentos de la historia, resuelve el acertijo del nudo gordiano de su época, con un golpe maestro y sin violencia, incluso cuando el mundo parecía condenado al post-covid. Todo es provocador, desde la forma en que se invita y se pagan las copas en el bar, se vive y se retoman esos viejos amores, o se juega al fútbol sin saber de qué equipo eres, que ya es muy cansino ser del mismo equipo siempre, mezclando lo nuevo y  lo viejo. Básicamente lo que sólo puede hacer un Artista con mayúsculas, que es anticipar lo que nadie vislumbra en su momento. Y si la han visto y están de acuerdo, ya pueden gritar conmigo «yeja» o «abababa» cuál indios y vaqueros. Y si no, ya están tardando. La próxima semana dos novelas retadoras escritas por un indio y por un vaquero.