Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Castilla, canto de esperanza

25/04/2021

Desde entonces ya Castilla no se ha vuelto a levantar. En los últimos días he novelado los hechos acontecidos durante las últimas jornadas de la Revolución de las Comunidades. Sin embargo, hoy reflexiono sobre Castilla y León quinientos años después, por ser el día de la Comunidad y sin interpretar la historia desde nuestros días. 
Hace algún tiempo escuché al historiador Joseph Pérez en las Cortes de Castilla y León clausurar una edición del Simposio Comunero que solía celebrarse. En su clase magistral analizaba la influencia de la rebelión comunera en la monarquía desde Carlos I. Al acabar la impresionante charla, la entonces presidenta de las Cortes, más interesada en sus notas que en la lección del historiador, daba por concluido el acto diciendo que las Cortes de Castilla y León eran las herederas de los comuneros y luchaban cada día para evitar que no hubiera castellanos de primera y de segunda.
Yo me quedé con ganas de levantar la mano y empezar a preguntar: ¿Es normal que haya gente que tenga que viajar horas para darse radioterapia estando enfermos? ¿Por qué se permite que cada vez se pague menos a los productores del sector primario mientras los precios de sus productos no dejan se subir? ¿Qué ocurre con la gente de los pueblos, que cada vez se ven más privados de servicios, como correos o los consultorios médicos? ¿Y las comunicaciones de algunas regiones castellanas? ¿Por qué se consiente y apoya la denostación de la cultura tradicional castellana? Por no hablar del futuro de la gente joven. Parece que no hay castellanos de primera y de segunda, porque en el estado de olvido que sufre nuestra región, todos somos ciudadanos de segunda, e incluso hasta de tercera y cuarta.
Desde aquel 23 de abril de 1521 los castellanos hemos aceptado con estoicidad el progresivo olvido que ha llevado a la situación actual. Los problemas que nos afectan son situaciones mudables y con un poco de interés podríamos poner los medios para revertirlos. Con las medidas adecuadas por parte del gobierno central (que cuenta con un Ministerio de Reto Demográfico), de la Junta y de los demás órganos de gobierno de las provincias, ciudades y municipios, podríamos mejorar notablemente la calidad de vida de la región, incluso en el medio rural. Sin embargo, las medidas no parecen llegar, sino todo lo contrario, y los ciudadanos, en general, seguimos cada uno a lo nuestro. No somos capaces de ver nuestra responsabilidad individual en la situación de nuestra comunidad, pues si el pueblo no esperamos nada, el gobierno no hará nada, da igual quién esté en él. 
Mucho han cambiado los tiempos desde los comuneros. Los ciudadanos no necesitamos una guerra para cambiar las cosas, tenemos medios de expresión, de presión y, llegado el caso, de cambio más que suficientes como para poder mejorar nuestra región, pero parece que seguimos teniendo miedo de acabar en la picota. Solo espero que este V Centenario de la Revolución de las Comunidades sirva para que recuperemos la voz y utilicemos los pacíficos medios de que disponemos para hacer los cambios que tanto urgen. O dicho de una manera más poética (y contradictoria con el párrafo anterior, pero no puedo evitarlo); espero que recordemos que si los pinares ardieron, aun nos queda el encinar.