José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Voy a Ikea a comprar otra estantería

05/02/2023

Esta frase que les puede parecer anodina y sin sentido, me la susurró un gran amigo el otro día para expresar su enorme agradecimiento vital. Mi amigo José María, al que todos los que llegan al final de mis artículos conocen sin lugar a duda, me contaba de esta forma tan gráfica cómo se veía ahora mismo en su existencia. Una vida que, si participáramos un poco de su humildad, agradeceríamos de igual manera. Aunque a lo mejor no con tanta gracia o sentido estético. Lo que tiene ser un genio.
A mí me recordaba mucho un vericueto particular por el que me encanta perderme. El vino nuevo, para los odres nuevos. Cada etapa de la vida no te puede atrapar ni con la nostalgia ni con el resentimiento. Todo lo contrario, hay que enfundarse en una nueva piel para poder acoger siempre lo nuevo, con la experiencia de haberse desgastado envejeciendo otros vinos. Si no, aunque sea posible, no es ni deseable. Desde luego que este artículo no es para los que les gustan los atajos, quieren saltarse lo desagradable de la vida o el dolor y el sufrimiento, ni tan siquiera para los falsos gurús o quienes les denuncian. Este es para los que han probado la amargura de las heces de las ambrosías más exquisitas que a veces te sirve la vida sin que las hayas pedido.
La frase es de una sencillez estética que van a compartir. Y yo me las imagino todas en blanco. José María hablaba de que gracias al Norte al que dirige su brújula, son tantas las Gracias que recibe, desde las más pequeñas de encontrar un pajar hasta las más grandes de perder agujas, que necesitaría más estanterías para guardarlas y colocarlas todas. Estanterías para guardar recuerdos para estar agradecido. Para las bendiciones ¡Y cómo lo comparto y cómo me toco la frase! Con la simpleza y la sencillez de que sean de IKEA, para un hombre que podría estar viviendo de transportar la caoba que se ha ganado a fuerza de nadar a veces a favor de la corriente, otras no. Esa caoba noble, antigua, tradicional y verdadera; y que siempre dice de qué material están tejidos tus sueños cotidianos. Siempre nadando mar adentro. 
Y esa es para mi la actitud fundamental para derrotar a uno de los enemigos, que en justicia tendría que escribir en mayúsculas, pero me niego, por eso de que al enemigo ni agua con gas. Ese enemigo de este tiempo que nos toca vivir y que cabe en cualquier camiseta que no se lave con frecuencia, se llama victimismo, pasado, o derrotismo. Esas derrotas que son las que nos han ganado sin tan siquiera presentar batalla. Siempre ser víctima de algo, cuánto más difuso mejor. El antídoto, al que además acompañan cupones para comprar estanterías, es el agradecimiento. Un verdadero agradecimiento viene de no dar nunca las cosas por supuesto. Desde unos buenos días con una sonrisa, hasta un café con mala leche en su punto. Desde una cena con guarnición de conversación hasta una coca cola a doce euros (¡cara eh!). No todo vale lo que cuesta.
Por eso hay un hecho recurrente en las personas que agradecen. Nunca deja de manar la prosperidad de lo que dan y lo que reciben. No todo bueno, siempre en la justa medida de las fuerzas que nos han forjado, que nos alentaron desde los sueños de Nuestra Madre. Casi desde el seno del que hablaba Isaías. Y por eso es necesario buscar nuevas estanterías. Sólo para contemplar la vida llena y nunca vacía. Para saber quitar el polvo y que en un momento alguien al que has abierto sin saberlo la puerta de tu casa pueda pedirte algo prestado que acaba de ver en esa nueva estantería, porque para eso la compraste, para que cualquiera que entre pueda llevarse lo que a ti ya te sobra para bien de su alma, y para dar gracias al que te hizo. Porque sólo se posee lo que se da.  Así, uno puede mirar siempre hacia el futuro, porque todo lo que aguarda encuentra su justo sitio en esa casa que llamamos alma, y en las más amplias, siempre hay un nuevo sitio disponible más. 

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