Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Las desgracias nunca vienen solas

11/02/2023

Si hace tres años alguien nos hubiera pronosticado lo que iba a deparar el futuro más próximo seguro que le habríamos contestado «bah, estás loco, qué cosas dices, cómo van a pasar tantas desgracias». Ahora, transcurridos los meses, tendríamos que darle la razón, pues la realidad de lo que hemos vivido todos y actualmente están padeciendo los habitantes de otros países es para estremecernos totalmente.   
Comenzamos a finales de 2019 con la aparición del Coronavirus, en la ciudad china de Wuhan. A los pocos días se convirtió en una grave pandemia extendida casi por todo el mundo. Diariamente crecía el número de personas contagiadas por esta enfermedad y fueron muchas, desgraciadamente, las que fallecieron. Según la Organización Mundial de la Salud a finales de enero de este año se han contabilizado más de 343 millones de casos de la enfermedad en doscientos cincuenta y ocho países y cinco millones y medio de fallecidos. En España, aunque el Gobierno nunca quiso dar la cifra oficial, se estima que han sido más de cien mil los muertos por el Covid19 y aún, a pesar de estar la mayor parte de la población inoculada con varias dosis de la vacuna, continúa habiendo personas que contraen el virus y otras que no han logrado superarlo. 
Después de esta gravísima pandemia, que nunca olvidaremos, el 24 de febrero del año pasado empezó la denominada, por el presidente ruso Vladimir Putin, «operación militar especial» en Ucrania, que no es más que el mayor ataque militar en suelo europeo desde las guerras yugoslavas entre 1991 y 2001. Hace trescientos cincuenta y dos días que los misiles rusos no cesan de impactar en numerosas ciudades ucranianas, incluida la capital Kiev, causando decenas de miles de víctimas entre la población civil –mujeres, niños y hombres mayores– así como de muchísimos soldados tanto de las fuerzas rusas invasoras como del ejército de Volodímir Zelenski, que cuenta con la ayuda militar de otros países, en su defensa por evitar sean tomadas más poblaciones y sean destrozadas otras infraestructuras esenciales y edificios en los que viven muchos ucranianos en continua incertidumbre.  Una guerra que, hasta ahora, ha generado igualmente la mayor crisis de refugiados en el continente europeo. Se estima que más de siete millones de ucranianos se han visto obligados a abandonar su país y son otros tantos quienes han tenido que desplazarse internamente para huir de los ataques. Una invasión condenada a nivel internacional y que, desafortunadamente, no tiene visos de terminar tan pronto como todos queremos.
De la misma manera tampoco tiene buen cariz la dramática situación que, desde la madrugada del pasado lunes, sufren Turquía y Siria como consecuencia de dos potentes terremotos, que están dejando miles de personas muertas y una enorme devastación en varias zonas de ambos países. El seísmo ha sido descrito por el presidente de Turquía, Erdogan, como «el peor desastre que ha vivido el país en el último siglo, después del terremoto de 1939 en Erzican». Ha impactado con fuerza en diez provincias turcas de una zona especialmente crítica por los tres millones de refugiados que viven allí. En Siria, el país vecino, este desastre natural empeora la pena de sus habitantes ya que agrava los doce años de sufrimiento y guerra civil, especialmente en el área más afectada, el noroeste, que incluye zonas controladas tanto por las fuerzas del ejército como partes dominadas por los rebeldes.
Los temblores han ocasionado el completo derrumbe de más de seis mil edificios, bajo cuyos escombros son muchísimas las personas que se encuentran atrapadas hace días y con pocas posibilidades de seguir con vida pues han pasado ya muchas horas desde que se produjeron los terremotos. Algunas, las menos, han podido ser rescatadas por los equipos de socorro, entre los que hay militares y voluntarios españoles, que luchan contra demasiadas dificultades para realizar su trabajo sorteando, además, el frio y la nieve.
En Turquía hay ya más de 22.000 personas muertas y cerca de 80.000 heridas y en Siria las víctimas mortales rondan las cuatro mil. Cifras aterradoras y que tristemente continuarán aumentando. No debemos de olvidar a los miles de turcos y sirios que han tenido que ser evacuados al haber desaparecido sus casas, para quienes la solidaridad está llegando desde distintos países
Desastres que nadie hubiéramos pensado hace tres años, ni remotamente, pudieran ocurrir, pero han sucedido y continúan. Me llevan a recordar la frase, las desgracias nunca vienen solas.