David Herrero Muñoz

El sacapuntas

David Herrero Muñoz


Del calentamiento global al globo calentito

13/11/2023

Durante los últimos 30 años, una de nuestras principales preocupaciones se ha centrado en el aumento de la temperatura de la atmósfera y de los océanos, lo que se conoce como calentamiento global. Esta preocupación, perfectamente fundada y científicamente contrastada, ha destacado entre las diversas inquietudes planetarias dejando en un segundo plano otras cuestiones, que estando ahí, no han sido capaces de posicionarse como objeto de interés mediático, más allá de alguna noticia o reportaje puntual, sobre todo en momentos donde no había otros acontecimientos que marcasen, de forma más rentable, la manipulable actualidad.
En sociología, de un modo acertado, diferenciamos entre problema y problema social. El primero se transforma en el segundo cuando los medios de comunicación ponen el foco en él, despertando así el interés, o la curiosidad, de la gente. De este modo, podemos decir, sin demasiado riesgo a equivocarnos, que el globo está repleto de problemas que no suelen tener demasiadas probabilidades de convertirse en problemas sociales, entiéndanme, sociológicamente hablando.
Si tenemos en cuenta todos los conflictos que existen en el mundo, podríamos hablar, metafóricamente, de un incremento constante de la temperatura, entendida esta como una subida de la tensión entre bandos, culturas, grupos... lo que supone, en su conjunto, un contexto cercano a un globo calentito que, por lo general, no suele inquietarnos hasta que contemplamos la terrible posibilidad de poder ser arrastrados o quemados por ella.
Si hacemos un recorrido por las diferentes regiones del planeta, nos encontramos con numerosos conflictos entre Estados, guerras civiles… pero si no nos vemos amenazados, física o económicamente, no pasarán de ser una anécdota, triste, faltaría más, pero simple y pasajera anécdota. Por ejemplo, mientras todo occidente temblaba con lo que se preveía que podría suceder en Ucrania, antigua República Soviética, y que, por desgracia, al final sucedió, Azerbaiyán atacó a las fuerzas armenias dentro de Nagorno-Carabaj con centenares de muertes y desplazados. Al mismo tiempo, entre otros conflictos, tenemos Siria, Yemen, Tigray… pero ninguno de ellos impacta significativamente en los precios, los mercados bursátiles o el petróleo, con lo que no nos ocupan más que un mísero suspiro, y eso en el mejor de los casos.
El ataque terrorista de Hamas a Israel en su frontera sur es el último episodio conflictivo en el que variables como la religión, el territorio o el odio se mezclan en un complejo combinado difícil de gestionar, al menos desde una perspectiva moderada y pacífica. Según donde se mire, se legitima o se condena la respuesta israelita, cuya proporcionalidad, o no, se cuantifica en vidas humanas, familias rotas y un dolor inmenso. La diferencia entre lo que sucede, entre otros lugares, en Ucrania o la franja de Gaza y el resto de los conflictos repartidos por el globo, es su posible expansión hacia los países más desarrollados, amenazando la relativa comodidad de los supuestos Estados del bienestar, evidenciando que hay muertos de primera, segunda e incluso, de tercera, cuarta y quinta.
Tengo que reconocer que tengo auténtico pánico a los dos tipos de calentamiento que planteo, ambos destructivos, aunque para unos más que para otros. El mundo está en guerra y no solo donde nos señalan y cuentan.
Como no quiero preocupar a los lectores más de lo estrictamente necesario, no voy a entrar, por un lado, en otro tipo de batallas, como las que se producen contra las drogas, el crimen organizado… que en ciertas zonas desestabilizan a los propios Gobiernos, provocando Estados fallidos, o al borde de serlo, en los que el Estado de derecho no es más que el derecho del capo de turno a magnificar su poder, de un modo arbitrario, criminal e injusto y, por otro, en el posicionamiento de la ciudadanía, cada vez menos crítica y más polarizada y manejada por la que se está convirtiendo en la verdadera y única opinión, la publicada. Veremos cómo termina todo esto, pero buena pinta, como todos sabemos, no tiene.