David Herrero Muñoz

El sacapuntas

David Herrero Muñoz


La política en la era de la IA

08/01/2024

La inteligencia artificial, en principio, ha llegado a nuestras vidas para quedarse, evolucionando, expandiéndose. Día a día vemos como se va introduciendo e integrando en diferentes ámbitos, como las empresas, la Administración Pública, las redes sociales… Y, para mí, no es descabellado pensar que pronto podría irrumpir, si no lo está haciendo ya, en la política en general y en el interior de los partidos políticos en particular. Y sería con resultados difíciles de precisar, por ejemplo, en la forma de abordar y proteger los derechos y libertades fundamentales, que pueden verse amenazados, entre otras fórmulas, por algoritmos capaces de manipular o construir realidades virtuales más cercanas a los intereses y pretensiones de los partidos políticos y sus líderes, no en este orden necesariamente, que de los problemas reales que afectan a la gente y con una intencionalidad que puede reflejar, a través de una novedosa ingeniería social, una profunda transformación de la sociedad.

Las formaciones políticas, obligadas constitucionalmente en España a una organización y funcionamiento democrático, no son ajenas a la protección de los derechos y libertades fundamentales de sus afiliados, algo esencial en un sistema democrático, los cuales pueden verse también amenazados por una incidencia sesgada o manipulada del procesamiento automatizado de datos.

La inteligencia artificial está aterrizando de una forma tan contundente como impredecible ya que, en sus primeros pasos, las consecuencias de su implantación no están demasiado claras ni parece que exista una voluntad por parte de sus precursores para un desarrollo ético, y, mucho menos transparente, con lo que sus resultados pueden estar muy lejos de los esperados, incluso para ellos. Imaginemos, en la esfera política, como podrían redactarse argumentarios, contraargumentarios, programas electorales… con esta tecnología. Guiados por parámetros que barajan miles de datos pero que no tienen por qué atender, necesariamente, a la importante dimensión emocional, propia de las personas, pero no, por defecto, de las máquinas, proponiendo respuestas, soluciones o propuestas de políticas públicas a cuestiones o problemáticas con un marcado criterio técnico, empírico… pero de escaso calado sentimental, o poco ilusionante, para sus votantes, o posibles votantes, por mucho que en la práctica y de un modo objetivo  su implementación tuviera elevadas posibilidades de mejorar de forma notable sus anhelos personales, políticos, profesionales, educativos...

 En la actualidad es habitual leer, o escuchar, que la IA podría destruir, si no está destruyendo ya, miles de puestos de trabajo. En política, un número considerable de asesores podrían ser desplazados por las estrategias dictadas y procesadas informáticamente tras tratar la información obtenida, entre otras técnicas, por la monitorización digital de los contenidos volcados en internet. Del mismo modo, abre la puerta a nuevos empleos vinculados a la electrónica, cuyos detentadores podrían convertirse en los principales gobernantes, o dirigentes, en la sombra, dejando a los mandatarios y representantes electos en una posición secundaria, o ejerciendo un liderazgo meramente nominal, políticos florero, cumpliendo la utopía del movimiento tecnocrático (Tecnato) que surgió en Estados Unidos tras la gran depresión y que podría resurgir con más fuerza que nunca estableciendo una única capital, o sede, al estilo Silicon Valley.

Otra arista de la IA, la biométrica, está también implementándose, por ejemplo, en términos de seguridad, como podemos comprobar con el acceso a determinados espacios físicos (aeropuertos...) o virtuales (aplicaciones de banca…). En el interior de un partido político podría utilizarse para registrar y fiscalizar las emociones (enfado, apatía, odio, cariño…) según los movimientos, rasgos faciales... en reuniones, asambleas… vigilando y controlando a los afiliados críticos y actuando así contra ellos, para evitar, o tratar de evitar, cualquier posibilidad de amenaza o disidencia en forma de corriente alternativa…

La IA, hoy por hoy, plantea más preguntas que respuestas, con lo que deberemos tener paciencia, o resignación, hasta poder decidir si la aprovechamos o nos enfrentamos a ella.