David Ferrer

Club Diógenes

David Ferrer


Astracanada

01/11/2023

Podríamos hablar de un caso de rebeldía anómalo, de una actitud. Me lo han contado hace poco y voy a obviar nombres y localizaciones. El caso es que en estos últimos días una niña se rebeló en un colegio contra algunas de las disposiciones de sus maestros. La llamaremos Flora, por eso de hacer un homenaje a los inolvidables e inquietantes infantes de la novela de Henry James, de título Otra vuelta de tuerca. Parece, por lo que me cuentan, que a la escolar Flora le llevan dando la matraca durante quince días con la celebración de Halloween. Todas las clases giran en torno a lo mismo: si era la hora de lengua no se hablaba más que de calabazas, esqueletos y hombres sin cabeza; otras horas se pasaban confeccionando calaveras, telarañas y calabazas dentadas. Se dieron instrucciones precisas para elaborar un completo disfraz con el que desfilarían en la mañana de Halloween por los pasillos, el patio y los alrededores del colegio. Estaba Flora muy contenta en las primeras semanas del colegio aprendiendo cosas diversas, lecturas variadas cuando este parón terrorífico le ha creado cierta inquietud. A Flora no le gustan los muertos vivientes, aborrece las calabazas y siempre tiene cuidado de que en su habitación no exista la más mínima mota de polvo. Como para que le gusten los enterramientos y las telarañas. Hace una semana Flora se dirigió a su profesora para preguntar educadamente cuándo acabaría esta preparación del Halloween. La maestra le miró rencorosa, como si estuviera poniendo en duda el denodado esfuerzo que el colegio estaba llevando a cabo por hacerse notar, por ser visible. Es mucha la competencia, a veces no se cumplen las expectativas y los colegios tienen que hacer propaganda como sea. No le dio, sin embargo, mucha importancia a esta demanda infantil hasta que notó que Flora se iba haciendo mucho más perezosa en las actividades requeridas: no había completado su gran calabaza de cartulina ni las fichas de vocabulario sobre Halloween. Y lo malo es que algunos de los compañeros de clase que se sientan alrededor parecían menos interesados en fantasmas, en brujas groseras y en esqueletos con mandíbulas para bailar claqué. La profesora sospechó, y comprobó después, que había una rebelión en toda regla, una silenciosa reprobación que había sido urdida hábilmente por Flora. 
Por supuesto se tomaron medidas. Hablaron los profesores, se escandalizó la conserje y hubo llamadas a los padres. Los de Flora y otros chicos apoyaron a sus vástagos. A ellos también les aburre toda esta parafernalia de Halloween. Es cierto que algún año, ya hace tiempo, compraron alguna de las ofertas de los supermercados: caramelos, alguna guirnalda. Pero nada importante. Normalmente el 31 de octubre marchan de viaje y acuden al pequeño cementerio del pueblo para poner unas flores en la tumba de los abuelos y los tíos. Compran unos buñuelos y recuerdan los gratos momentos. Lo del disfraz del colegio ha sido este año un engorro. Pero Flora les ha resuelto el problema. Como no hay puente, han decidido que no vaya al cole el martes. Y así viajan antes. Y que disfrute quien quiera con el carnaval y la astracanada. Flora sonríe.