David Ferrer

Club Diógenes

David Ferrer


Viajeros

03/04/2024

Como uno no ha hecho nada especial esta Semana Santa, la sensación de desapego, de tristeza o de decepción ha sido escasa. Ha viajado todo el mundo, y están en su derecho, ya sea por el método tradicional de la carretera y manta o en esos vuelos de ya no tan bajo coste. Sin embargo, el síndrome de Indiana Jones dura los minutos de la reserva. Cuando te acercas a destino, se va cayendo el sombrero, el afán aventurero y te quedan solo las ganas de sacar el látigo. Con unas generaciones jóvenes a quienes la vacuna del covid insertó el virus del nomadismo, hoy el turista, el viajero, es partícipe con otros miles de una sucesión de obstáculos, aglomeraciones y fotos previsibles. Los hay, por supuesto, que en previsión de tales decepciones o desventuras, como la de encontrarse a medio Ávila frente al Big Ben o en la Fontana di Trevi buscando un encuadre con el móvil donde no salga un vecino, se buscan alternativas más lejanas. La Semana Santa termina convirtiéndose en una estación de penitencia por playas de Tailandia o de Indonesia donde el Vía Crucis consiste en preguntarte a cada rato: ¿qué diablos hacemos aquí? Señor, Señor, señor guía, ¿Por qué nos has abandonado?
Viajar en la década de los veinte de este siglo nuestro ha perdido toda capacidad de sorpresa. Pero nadie lo reconoce. Los que han estado en Roma dirán que vieron «sitios únicos» y los que entraron en un tugurio para turistas occidentales en una esquina de Malasia te contarán las maravillas de la «cultura local». Luego vendrá el muro de las lamentaciones, ese que surge en la pantalla del móvil cuando compruebas el balance de resultados y la cuantía de lo gastado pero, de puertas afuera, te reafirmas en que no eres un turista sino más bien un viajero experto, una avanzadilla de lo insólito, paradigma del aventurero, Phileas Fogg con móvil, Tintín en América o Sherlock Holmes en sus años perdidos del Tibet.
Volverán otras vacaciones, otro puente y volveremos a intentarlo: de nuevo las colas en el control de equipaje de mano, las reservas en el monumento y el número 1628 para acceder a la nueva atracción turística de este siglo. Somos una nueva especie nómada y todos llevamos infecto el virus del viaje. Es cierto. Pero, seamos sinceros, ¡qué bien sienta un puente o unas vacaciones en tu casa