M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


¿Gaza nunca rimará con esperanza?

29/10/2023

Matar, matar y más matar. Que el que más mata gana cada batalla y así, batalla tras batalla, gana la guerra. Que la dinámica de toda guerra es la aniquilación, que su motor es el odio y  su fin es la derrota del otro, su humillación hasta que baje la cabeza, hasta que la tenga pegada al suelo y su vida dependa de la magnanimidad del vencedor. Matar y así llenar los campos de muertos, que hay generales cuyo sueño es ver campos y campos sembrados de muertos. De los muertos de los otros, claro. Que ya se pudrirán o vendrá alguna oenegé a recogerlos y echarlos en fosas blanqueadas con cal. Es hermosa la cal, y si está viva, mejor, que menos rastro queda, dice el general. Los muertos en las guerras son los muertos más anónimos. Son aquellos cuyos cuerpos se pudren en esas fosas que no tienen lápida que sus nombres recuerden, ni ramilletes de flores sean depositados por manos de alguien que quizás amó al muerto. La tierra que cubre los muertos de las fosas comunes es la tierra más dolorosa que en la Tierra hay, hasta el agua de lluvia que sobre ella cae lo hace como pidiendo perdón.
Reducir al otro a cosa, cosificarlo, es negar su humanidad, su valor como ser humano, ser humano que es capaz de sentir, pensar y tener proyecto de vida. Los milicianos de Hamás cosifican a cada israelí y, sea niño, mujer u hombre, es un enemigo a batir, su vida no vale nada. El gobierno israelí, hace lo mismo, aplica las palabras del Éxodo 21: 24: «Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie», como mandato divino que le exime de culpa y compasión. En nombre de la religión se han cometido los crímenes con mayor número de víctimas, recuerdo que algo así dijo José Saramago la vez que nos visitó en Ávila. Cuando pronunció esas palabras dos o tres mujeres se levantaron del Auditorio y marcharon mostrando su disconformidad con lo escuchado. A veces la verdad no la soportamos y la negamos para que no nos haga daño.
El Estado de Israel tiene derecho a la legítima defensa. Pero, ¿es defenderse condenar a cientos de miles de niños, mujeres, ancianos al hambre, la sed, la destrucción de sus casas, la muerte? Hay un derecho internacional que Israel no cumple. Israel es el país del mundo que más resoluciones de la ONU ha vulnerado y no ocurre nada. Y está cometiendo un genocidio, desde hace décadas, sobre el pueblo palestino, pues su intención es expulsar a los palestinos de Palestina. 
Son muchos los israelitas que no comparten la solución de su gobierno. Pero cuando los fundamentalismos gobiernan los países, el disenso se acalla de una u otra manera, pues Israel es un país que democráticamente está regido por fundamentalistas, como pasa en otros países como Irán. El gobierno de Israel obvia y no escucha a quien no comparte su acción. En Irán, directamente se lo anula. Es una diferencia importante pero eso no dota de una mayor superioridad moral.
Este es un conflicto asimétrico: es el de un estado soberano contra un grupo terrorista, pero considerando, de facto el gobierno israelí, que el enemigo es toda la población, sean milicianos o civiles. Parece que Israel quiere equiparar a toda la población gazatí con Hamás. La ofensiva de Israel debe tener como objetivo a los responsables de la comisión de los hechos atroces sucedidos y no a los civiles. Así, Israel no se gana a la opinión pública mundial ni se gana su derecho a tener paz. Y sabe que mientras niegue a los palestinos su derecho a ser nación, nunca llegará esa paz.