M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


La poesía de la rutina

03/03/2024

¿Puede ser la rutina fuente de aventura y paz? Esta es una de las cuestiones que la última película de Wim Wenders  –que pudimos ver gracias a la iniciativa Cineclub en el cine local- nos plantea y responde por medio de un protagonista, Hirayama, al que vamos a seguir durante varios días en su quehacer desde que las primeras luces del sol en el cielo apenas se hacen notar a través de los ventanales de su habitación, hasta que acaba cada día con la lectura de un libro de poemas o una novela. En ese día habrá hecho su trabajo como limpiador de los aseos públicos en la ciudad de Tokio, se lavará en los baños también públicos, irá a cenar en bicicleta al mismo bar… Pero en su mirada siempre la actitud de sorpresa, de estar viviendo cada momento como único, como si fuera una aventura nueva ese día que, aparentemente, es tan igual al anterior.

Cada día así vivido puede ser un día perfecto, como el título del largometraje, Perfect Days, indica. Hace justamente un mes que el poeta Víctor Herrero de Miguel presentó en la Casa de la Poesía –que dirige María Ángeles Álvarez- en el CITES su último poemario, Lo que busca la abeja. Entre otros leyó un extenso poema que comienza así: "Si logras vivir con amor un día / verás que desde que la luz te encuentra / hasta que el mundo se convierte en sombras / son tantos los milagros y tan simples / y es tanta la bondad con la que todo / te ampara." Previamente a su lectura, Víctor comentó que el poema es el devenir de un día y que, tal como los antiguos griegos pensaron -y el mismo poeta así cree-, basta vivir un día con atención para comprender el arcano, el secreto de la vida.

Y así lo entiende Hirayama. No espera nada, solo está presente y observa. Aquí y ahora. El detalle en la limpieza, la mirada hacia el cielo, la escucha de las aves del parque… Lentitud para hacer las cosas bien y quedar satisfecho con el trabajo realizado. Así, un día perfecto sería aquel que se vive con atención. Ya la filósofa Simone Weill escribió algo así como que la atención es amor, lo que devendría a ser una actitud querenciosa hacia sí, hacia los demás y hacia todo lo vivo y todo lo aparentemente inerte.

El pasado de Hirayama se deja solo entrever. Leves retazos que no nos hacen recuento de su vida anterior. Conocemos al personaje en su quehacer de una semana más o menos, y nos hacemos con ello idea de su personalidad, relaciones, hábitos de vida, etc. Cuando nos encontramos a alguien por primera vez nos formamos un concepto del mismo y lo juzgamos según nuestra escala de valores y nuestra experiencia social. Y esa primera impresión va a ser difícil de modificar a lo largo de los encuentros que tengamos.

¿Y el pasado que tiene como resultado esa persona en presente? ¿Cuántas veces nos interesamos por ese pasado? Me quedé con las ganas de saber si en el tiempo ya vivido de Hirayama habría habido –eso imaginé- amores rotos, fracasos profesionales, familia castrante, amigos desconcertantes… Porque en definitiva, estas son las asignaturas del vivir, la materia de la que se hace eso que llamamos y reconocemos como nuestra propia vida.

Foto: Ana Jiménez (@ginger_ajm)