José Pulido

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José Pulido


La protesta del campo

01/03/2024

La imagen de columnas de tractores cortando el tráfico en las carreteras y en las calles de las ciudades españolas se nos ha hecho habitual en las últimas semanas. Agricultores y ganaderos protestan para exigir a las autoridades nacionales y europeas soluciones a unos problemas que llevan demasiado tiempo afectándoles y que no han hecho nada más que agravarse.
Esta rebelión del campo responde a muchos motivos que le ha llevado a una situación insostenible y ha expulsado a miles de personas de la actividad agropecuaria con el consiguiente cierre de explotaciones y el abandono del mundo rural. Muy grande tiene que ser su desesperación para que gente tan poco amiga de la protesta o la algarada como son los agricultores y los ganaderos se suban a sus tractores y se echen a la carreteras dispuestos a todo para ser escuchados.
Luchan contra la desaparición de su forma de vida, sacrificada a una implacable competitividad y a los intereses de las grandes compañías, las redes de comercialización, los fondos de inversión, los Estados…actores poderosos en un complicado escenario que tiene en la producción de alimentos una fuente muy importante de beneficios, un elemento de control de las poblaciones y hasta un arma geopolítica en la confrontación entre los países. 
Frente a todo esto, la Unión Europea no ha sido capaz de responder a las demandas de sus agricultores y ganaderos ni a protegerlos. La Política Agraria Común, la PAC, ha ido expulsando del sector a las explotaciones menos competitivas, a los más pequeños, los más débiles, y los ha agobiado con medidas cada vez más estrictas, con el laberinto de una burocracia cada vez más complicada, pagando unos precios por sus productos inferiores al coste de producción y sufriendo la competencia de alimentos importados de terceros países que no tienen que cumplir unos requisitos tan exigentes. 
Parece que en esta desigual contienda llevan las de perder y no debería ser así. Disponer de un sector primario saneado y productivo asegura la llamada soberanía alimentaria, que no es otra cosa que la capacidad de un país de alimentar a su población sin depender peligrosamente de terceros ni de las grandes multinacionales y con precios razonables para todos. Es necesario un ecosistema variado, con producción de cercanía, con explotaciones de distintos tamaños, que además mantienen vivo el medio rural. Si ellos se van, nadie quedará en los pueblos en un plazo muy corto de tiempo. En un mundo en el que la globalización retrocede frente a grandes bloques antagónicos, sectores como la agricultura o la ganadería son tan estratégicos como la energía. Si abandonamos el campo, si la comida que ponemos en la mesa tiene que ser importada o depende solo de grandes multinacionales, nos espera un negro futuro. 
El problema desborda las fronteras nacionales y se extiende por toda Europa. Así que con toda la Unión Europea deberá solucionarse. Y es a la vez muy cercano, aquí entre nosotros, en la provincia de Ávila, cuyo sector agropecuario está tan amenazado. Por eso, cuando vemos las columnas de tractores y asistimos a las protestas del campo, nos provocan un sentimiento de simpatía, de comprensión. Quizá no sabemos muy bien porqué, pero estamos de su lado, sentimos que, con todos los errores que se puedan cometer, tienen razones para la protesta y sobre todo el derecho a exigir un futuro que también es el nuestro.