Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


100.000 personas robadas por el covid-19

11/03/2021

El próximo domingo se cumplirá un año de la llegada «oficial» del Coronavirus a nuestro país. Fecha en la que el Gobierno decretó el estado de alarma para quince días –se prolongó cerca de tres meses– en todo el territorio nacional. Lo hizo a pesar de las manifestaciones realizadas días antes por el coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón. Se atrevió a decirnos que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado… Se espera no haya transmisión local y en ese caso sería muy limitada y controlada… Parece, según el número de casos diagnosticados día a día, que la epidemia comienza a remitir». Desconozco si estaba bien informado o quiso ocultarnos la verdad, como lleva haciendo en distintas comparecencias a lo largo de estos doce meses que convivimos con el covid-19.
Un año golpeados por la malvada pandemia, que está dejando bastante dolor, pobreza y hambre. Desde el principio del confinamiento hospitales hacinados, las UCIs desbordadas hasta el punto de no admitirse, en algunos lugares, a las personas mayores de ochenta años. Médicos, enfermeros y resto del personal sanitario –sin los equipos de protección necesarios– dando el doscientos por cien para que fuera mas leve el sufrimiento de los pacientes e intentando socorrer vidas. 
Tras la primera ola nos relajamos y después del verano vino la segunda con las consecuencias conocidas. Bajaron otra vez las cifras y quisimos «salvar la Navidad», que ha ocasionado miles de contagiados y muertos. Ahora, que la incidencia va disminuyendo y quizás porque el modelo económico exige continuar funcionando como sea, queremos regresar a lo de siempre y algunos solo piensan en «salvar la Semana Santa» como si el covid-19 se hubiera machado de nuestro ambiente. Aún no debemos regresar al pasado, a pesar del daño económico tan grande que las medidas adoptadas están ocasionando a muchos sectores en España. Hay más de cuatro millones los parados, cerca de un millón de trabajadores acogidos a los ERTEs, miles de autónomos desamparados y una ayuda mínima de subsistencia que solo ha llegada a uno de cada cinco solicitantes. 
Hemos de ser responsables individual y colectivamente. De una vez por todas han de darse las ayudas prometidas a las personas y sectores que lo están pasando mal y todavía no han recibido. Tienen que llegar los millones de dosis que España ha comprado a distintos laboratorios necesarias para protegernos del virus como lo están aquellas personas a las que se les administró la vacuna, si bien es difícil lo estemos todos antes del verano. No tengamos prisa pues sería penoso que, por querer «salvar la Semana Santa», volvieran a llenarse nuevamente hospitales y sus UCIs con altas cifras de personas contagiadas y aumentaran de forma que no deseamos los fallecidos.
Cerca de cien mil personas han muerto hasta ahora por el Coronavirus, aunque las cifras que ofrece el Ministerio señalan setenta y una mil. Murieron aisladas en hospitales, Residencias de Mayores –cerca de 30.000– y  domicilios. Algunas, ademas de estar gravemente afectadas por el bicho, fallecieron de tristeza por lo que estaban viviendo y sufriendo, otras por patologías diferentes al covid-19 que no pudieron ser atendidas como en condiciones normales, si no era urgente, por estar todo centrado en el virus. Murieron sin la compañía de algún familiar que les pudiese acariciar, besar, abrazar y despedir. Menos mal que los sanitarios son humanos y en numerosos casos han sido los únicos que estuvieron al lado de los enfermos apretándoles la mano con todo su cariño, como si fueran de su familia, mientras se les caían las lágrimas en esos duros y tristes momentos de decirles adiós. Muchos médicos y enfermeros se contagiaron mientras atendían a los pacientes y mas de siete mil de ellos han fallecido a consecuencia del virus.
Muertes que –además de haber sido utilizadas políticamente– por desgracia ya no cuentan, no conmueven y no importan. Solo a los familiares directos de las víctimas. Nos estamos mal acostumbrando al fallecimiento de cientos de personas diariamente –pensemos que cada jornada se estrella un avión grande de pasajeros– y no lo damos valor alguno. Quizás sea, entre otros motivos, consecuencia de la ocultación durante meses de imágenes de  UCIS, coches fúnebres, morgues, tanatorios, cementerios y demás. No interesaba las viéramos. Así se restaba importancia a lo que sucedía.
Para mayor dolor de sus allegados los muertos fueron enterrados en la más estricta intimidad y sin la certeza, en los pocos que estuvieron presentes, de que el féretro que acompañaban a inhumar o incinerar era el de su ser querido.
Doce meses en los que ha triunfado el Coronavirus. Nuestra cercanía y consuelo para sus familiares. Respeto, memoria, oraciones y homenaje a las 100.000 personas robadas por el covid-19.