M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Tender puentes

26/10/2020

Una expresión metafórica muy utilizada cuando hay una desavenencia o falta de entendimiento entre dos personas o grupos y otros quieren aportar soluciones a la disputa, es la de que hay que tender puentes. Construir un puente es unir dos orillas que están separadas por un río, un barranco o un abismo, con el fin de comunicarse, incentivar el comercio, conocer culturas, etc. Por supuesto, es lógico y legítimo que cada cual tenga su opinión sobre todas las cosas y así lo defienda y que, en consecuencia, le guste estar en una u otra orilla. Pero la democracia es asumir que nuestras ideas son diversas y diferentes entre unos y otros y que hemos de respetar las reglas de convivencia que nos hemos dado. Y que podemos y hemos de levantar nuestra voz –sin estridencias y con respeto–, pero no utilizar la artillería del todo vale para destruir la legitimidad democrática cuando no nos gusta. 
La política española se está convirtiendo en un auténtico lodazal y se está ahondando cada vez más la brecha en todo lo que nos diferencia, en vez de buscar el consenso en lo que nos une, como es el bienestar de todos... ¿O quizás es ingenuo pensar que todos quieran eso? La moción de censura discutida la semana pasada no buscaba construir puentes o resolver problemas, sino todo lo contrario: profundizar en las diferencias, despreciar al contrario y mostrar actitudes del género humano nada edificantes. 
Se están dinamitando todos los puentes y aquí no hay equidistancia en la intensidad de su destrucción entre las dos orillas. Decir que todos son igual de culpables es faltar a la verdad, que reside en la memoria de los hechos que han ido ocurriendo, como el que hubo unas elecciones democráticas y, consecuencia de ello, se forma un Gobierno nacional legítimo. Al que no admite que este Gobierno sea legítimo le ocurre lo que al presidente americano Trump, que ya ha ido advirtiendo que si pierde las próximas elecciones es posible que no deje el poder: si los hechos no le gustan, miente y extorsiona para cambiarlos. Después, sufrimos una pandemia y hay quienes encuentran una oportunidad para derribar al Gobierno nacional usando cualquier medio, aunque la ciudadanía pague las consecuencias, etc.
Nietzsche, en el prólogo de Así habló Zaratustra, dice que La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y no un ocaso. Un puente se apoya en las dos orillas. Ha de estar bien cimentado, consensuar unos materiales, estructura, organizar el trabajo, etc., y construirlo confiando unos y otros en la bondad y beneficios de esa construcción. Si no hay puentes que nos unan, hay incomprensión, mala fe y, al final, intento de destrucción entre los habitantes de ambas orillas. Quiero pensar que aún hay tiempo para la reconstrucción. ¿O tendremos que admitir que no es así, que no parece posible que en España se puedan ya tender puentes? Aparquen el odio, la mentira, el desprecio y construyan puentes de una vez.