Quien haya paseado en estos días por el Rastro abulense, se habrá encontrado con una exposición de fotografías reproducidas a gran tamaño y que lleva por título ‘Tierra de sueños’. El paseante se habrá sentido observado por la mirada de esos rostros humanos retratados en las lejanas tierras del subcontinente indio, y puede haberse planteado la paradoja de que se llame tierra de sueños a un lugar donde la pobreza, la marginación, la discriminación por sexo o la enfermedad sea la común realidad. 
Cristina García Rodero nos da la respuesta en sus imágenes: es el poder transformador de las mujeres y su capacidad de superación el que hace que aquella sea una tierra de sueños y de esperanza. Es en ellas que reside la fuerza del cambio, y ellas son las que detentan valores tan importantes como el comunitarismo y los cuidados a los demás. En muchos lugares del mundo, y coincidiendo con la geografía del desarrollo, son las mujeres la fuerza que puede hacer cambiar las vidas.
A García Rodero la encargaron documentar las condiciones de vida de las comunidades de la región de Anantapur, así como de los hospitales, centros de acogida de mujeres víctimas de maltratos, talleres y escuelas para niños con discapacidades o dificultades que en aquel remoto lugar promueve la Fundación Vicente Ferrer. Por ello ha realizado una serie de retratos en los que nos hablan, a través de su imagen y la fuerza de su mirada, personas con discapacidad, niños y niñas, campesinas, madres, novias, enfermeras, estudiantes... 
Es este un recorrido por la diversidad de esas vidas y su condición. Vidas vividas entre el dolor que oprime y la esperanza que redime, entre la privación de lo esencial y el sueño de la equidad, entre el pasado que pesa y el futuro que eleva. Y vemos miradas tan claras y vivas que podemos pensar que aquella no es una tierra para el olvido, sino un germen de confianza. Anna Ferrer, continuadora de la obra que inició su padre, afirma que «El futuro solo pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños».
Para el escritor Julio Llamazares, la fotografía de Cristina García Rodero se concibe «como instrumento antropológico y artístico a la vez». Y es que el colorido de la India y sus gentes devienen, a un tiempo, en testimonio humano, documento cultural y obra de arte a través de la profunda mirada de la fotógrafa. Son imágenes que nos interrogan, perturban y enseñan. Interrogantes, por ejemplo, como el de si acaso en las sociedades ahítas sea más difícil encontrar el sueño de la esperanza que en las sociedades de la carencia. O enseñanzas como la de que hay cosas que importan y son fundamentales, como son los derechos humanos, y que todos deberían poder acceder a ellos, como el derecho a la salud y a la educación.