Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Y dentro de poco también pagaremos por respirar

16/12/2020

QUE el agua comience a cotizar en la bolsa de Wall Street, aunque sea como «mercado de futuros» estaba más que «cantado» desde hace años y aunque de momento sólo ocurre en los mercados californianos y sus maltrechas cuencas hidrológicas, seguramente se extenderá en poco tiempo al resto de países en el mundo. Y es que algunos refranes son muy sabios y elocuentes: «cuando las barbas de tu vecino veas pelar...». Por supuesto es una mala señal ya que significa que empieza a cotizar debido a su menor abundancia y peor calidad.
Los mercados financieros afirman que esta cotización permitirá gestionar de forma más eficiente el líquido vital ante la creciente escasez de este recurso, pero aunque pudieran tener parte de razón, cuando la especulación entra de lleno en los elementos esenciales, siempre los más perjudicados son los más desfavorecidos. 
Resulta poco ético poner en juego un bien que hasta ahora es (o debería ser) algo público, y se corre el peligro de que grandes inversores o corporaciones acaparen y compren esos derechos en perjuicio como siempre de los menos poderosos, por ejemplo, de los pequeños agricultores, que tendrían que comprar, si es que pueden, al precio acordado por los mayoristas. 
Y sólo hay que imaginar una especulación de este tipo en países en los apenas pueden acceder a este elemento primordial.
Algo similar está ocurriendo ya desde hace años con los mercados alimentarios globales, como el del maíz y trigo, y sobre todo cuando entran en juego personas que manejan todo desde una simple pantalla; algunos seguramente ni siquiera han visto un grano de estos cereales en pleno campo. 
Está claro que en este mundo cada vez más globalizado, algunas veces para bien, pero la mayoría de forma perjudicial para el habitante medio, nos vemos sometidos a la total sumisión ante los grandes elementos que manejan el tablero del ajedrez de la vida. Incluso llegará el día que nos cobrarán por respirar; bueno realmente en algunos lugares ya lo hacen, y para asombro de algunos ya existen máquinas expendedoras de aire puro, sobre todo en grandes urbes en las que la contaminación es tal que ni con mascarilla te libras de inhalar los venenosos efluvios de la masificación   :-()