Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Caballos en libertad. Patachou y el Santuario Winston.

24/03/2022

Hace sólo unos días tuve la suerte de visitar el santuario de caballos Winston, un proyecto pionero en España y cuyo enclave está cerca de La Cañada, en la provincia abulense. María Dolores Pérez, su fundadora cuenta que el nombre proviene de un primer caballo "Winston" que le enseñó que un equino es mucho más que un animal, que los caballos 'usados' a veces sin contemplaciones por el hombre y abandonados o sacrificados cuando no se necesitan, también tienen sentimientos. Y no hay más que visitar este lugar y mirar fijamente a los grandes ojos de uno de estos seres, para darse cuenta de ello.

Aquí, como dice "Dolo", 'los caballos se sienten caballos', viven libremente en manada, se relacionan entre ellos y cada uno tiene personalidad propia, aunque este concepto se le ha aplicado egoístamente sólo al ser humano. Pero cada vez está más claro que numerosas especies poseen también esa cualidad.

Decenas de historias hay en este Santuario, tantas como los animales que se encuentran en él; algunas hacen que se te salten las lágrimas por poco sensible que seas, cuando te enteras en qué condiciones llegaron aquí, con tremendas heridas físicas y psíquicas. Hay que recordar que 'los animales no son cosas', aunque a muchos aún les cueste reconocerlo y únicamente les contemplen como seres inferiores para explotar, infligir sufrimientos o matar como cruel entretenimiento y diversión.

Por suerte para los que consiguen llegar a este paraíso, la mayoría de los finales son felices; se recuperan de sus heridas y de sus traumas (con mucho tiempo y paciencia) y aprenden de nuevo a ser caballos, a recuperar una vida perdida que no pudieron disfrutar anteriormente.

El mismo día que visité el santuario acababa de llegar un nuevo habitante: Patachou, con 23 años, la falta de visión de un ojo, la boca en muy malas condiciones y una lesión en la pata derecha. Era un caballo de hípica, desechado por su edad y lesiones que iba a ser sacrificado en muy pocos días. "Después de haber sido 'usado' tantos años, como ahora ya no sirve, se le mata".

La desconfianza de Patachou era normal el primer día, a pesar de tener terreno suficiente para moverse se encontraba en un rincón del enorme cercado y tuve la suerte de que estando yo allí, Dolo decidiera probar a introducirlo en la manada más cercana al recién incorporado.

Los primeros pasos de Patachou hacia sus congéneres fueron titubeantes; incluso no se atrevía a arrimarse porque nunca se sabe cómo te pueden recibir en un grupo en el que eres un extraño. Pero la sensación duró sólo unos segundos, comenzó un pequeño trote en el que se contemplaba su pequeña cojera y rápidamente seis o siete caballos salieron caminando despacio hacia él, como si no quisieran asustarle, echándole un vistazo, oliéndole y dándole saludos de bienvenida, especialmente uno que desde ese momento ya no se separó de él y le acompañaba cansinamente por la finca.

La integración de ese animal fue todo un espectáculo que apenas puede describirse en palabras, porque las sensaciones viendo la secuencia se me han quedado plasmadas en la memoria.

Difícil labor la de este organización para cuidar, mantener, curar y alimentar a tantos animales, porque además de los caballos, también tienen en esa inmensa familia, varios perros, un par de burritos, e incluso una oveja y un carnero que apareció casi ahogado, sin apenas un hilo de vida en el Adaja que consiguieron recuperar y ahora vive felizmente cuidado.

Las casi nulas ayudas institucionales, a pesar de ser una ONG hacen casi imposible esta tarea sin las ayudas de socios, simpatizantes, apadrinamientos de animales, y de los colaboradores y voluntarios que de vez en cuando se acercan a echar una mano en las labores incesantes a realizar en semejante obra; además si los caballos quieren, podrán compartir momentos inolvidables con ellos, acariciarlos, mirarles fijamente a los ojos, y poder comprobar cómo los animales tienen también alma. :-)

SANTUARIO WINSTON