Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Después del silencio

23/01/2024

Ante el silencio reinante, un silencio sumamente ensordecedor, Josep Borrell ha lanzado un plan de paz para resolver el conflicto entre Israel y Palestina. Doce puntos. Un nuevo plan de paz. Cientos de ellos que nunca se han querido llevar a buen término. Hemos escuchado el no rotundo una y otra vez de Netanyahu. Sin que nos diga o tal vez sin saber a ciencia cierta qué hacer con lo que quede tras la devastada Gaza y sus miles de muertes y heridos y la destrucción sin igual que nos recuerda a las peores imágenes de la segunda guerra mundial en las ciudades ya sean inglesas, ya alemanas mismas.
Antonio Guterres está siendo una de las voces más enérgicas y defensoras de los derechos humanos, su última palabra lo dice y evoca toda con la rotundidad de la sencillez del concepto: "desgarrador". Sí, desgarrador. Destrucción total, muerte y más muerte. Un plan de destrucción preconcebido y ejecutado a la perfección.
Ambos Borrell y Guterres, el primero acaba de recibir un nuevo honoris causa la pasada semana, están siendo valientes y rompedores de ese silencio absoluto que no quiere molestar ni a Israel, recte, gobierno israelí, y la administración Biden que hasta el presente ha consentido, apoyado y armado.
No sé que quedará después del silencio. Después del paisaje lunar de desolación y destrucción. Temo por los más desvalidos, y lo temo a un lado y otro de las fronteras y de los muros. Temo que no haya sociedades civiles valientes y decididas que frenen esta locura de décadas y lo sucedido tras el 7 de octubre. Una sociedad que debe apostar por la paz y la convivencia, no por el terrorismo ni acciones de estado de una capacidad destructiva sin igual y en donde la mayor parte de los muertos son civiles, hasta cifras desgarradoras, inhumanas, crueles y que, si no lo evitamos, solo fomentarán más y más odio, habida cuenta de la conciencia con el que el mismo se está sembrando.
Lo triste es que todos hacemos como si nada sucediese, como si fuere normal. El grado de indiferencia y al mismo tiempo ignorancia voluntaria de lo que está aconteciendo, de las imágenes dantescas que hemos visto primero en las víctimas israelíes y ahora en la Franja de Gaza pero también aisladamente en Cisjordania, no atisba esperanza alguna hacia una paz próxima. Mas una paz no ya sin justicia, impensable en este lugar del mundo y donde nadie responderá de los crímenes que se están cometiendo con absoluto desprecio al derecho internacional  y que es tanto pisoteado como ridiculizado con la soberbia de quién sabe que no habrá consecuencias, sino sin dos estados, es un volver a empezar y apelar a más odio, más destrucción, más fanatismo, más muerte y más muros. El muro que hoy separa a los dos pueblos es más férreo que nunca. Las mentes se han petrificado en el hormigón del odio. En la sed de venganza taloniana. En la ira de quiénes primero lo arrojan todo a esa hoguera y luego, cuando se sienten vencedores y henchidos de razón, miran con desdén y desprecio la miseria moral, humana y social en que viven. 
Es hora de propuestas audaces, valientes, pero sobre todo, de elevar la voz y actuar para frenar esta orgía de sangre, dolor y destrucción. Pero también el desprecio por la vida humana y la dignidad de quién es inocente.