Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Sufragio universal

03/06/2023

En una semana en la que las votaciones han estado y van a estar en el punto de mira, quiero compartir una reflexión: Cuando decimos que en el grifo no sale agua suficiente, quizá no pensamos en aquellas personas que tiene que recorrer cientos de metros para recoger su botella de agua en una garrafa llena de sueños. Cuando nos quejamos del precio de la luz, del gas o de otros lujos del primer mundo, posiblemente no estemos pensando en la carencia de muchos, en la falta de recursos de otros o en la imposibilidad de pagar elementos básicos como la calefacción o el suministro eléctrico.
Por ese motivo, cuando ahora pensamos en votaciones, no he podido dejar de pensar en todas aquellas mujeres que hoy no tienen ni voz ni voto. Que no pueden estudiar, ni acceder a una escuela y mucho menos a una biblioteca. No quise dejar de pensar en las personas que hoy en día, a estas alturas de la vida, no pueden acceder a unas condiciones de vida digna y que están sometidas a la oscuridad en un tiempo que nos gusta llamar moderno.
El 1 de octubre de 1931, las mujeres pudieron votar por primera vez en España. Desde entonces un largo camino hemos andado (y luchado) para conseguir una equidad que favorezca la participación, el enriquecimiento mutuo, el pensamiento crítico y las ganas de seguir avanzando en derechos y libertades. Las que lucharon antes que nosotras, abrieron un camino no falto de hitos y de obstáculos. Pero he ahí el gran hecho: lo consiguieron.
Por eso, cuando hoy pienses en que tenemos que votar de nuevo, piensa en el privilegio, en la oportunidad, en la suerte que tenemos y que no tienen otras mujeres. Pensemos en su lucha, en cómo ayudar o cómo poder evitar que, en una sociedad del siglo XXI, tengamos casos como los que acontecen ahora en Irán o en Afganistán. Pensemos que durante 620 días (y suma y sigue) hay niñas que no acuden al colegio, 620 días en las que las mujeres están confinadas en sus casas con otro tipo de pandemia sin vacuna. Que, durante 620 días, permitimos que las mujeres no voten, no hablen, no lean, no vivan. 
Quizá solo así valoremos la suerte de la vida, que no es que los resultados de todo lo que haces sean como deseas. La buena suerte, es tener la capacidad de pensar, de salir, de ponerte lo que quieras, de poder votar, defender tus ideas y compartir con otras personas la diversidad de opiniones desde el respeto, la sintonía y la unidad. Votar es un derecho, pero para muchas mujeres es un acto de rebeldía, un derecho encubierto o una máscara que oculta un mundo aún lleno de diferencias.
Si estás leyendo esto, es porque tuviste la suerte de tener una maestra que te enseñó a escribir, leer, sumar y restar. Una doctora que te curó lo físico y lo emocional. Una madre que te dio la vida y que posiblemente te la sigue dando por el simple hecho de tenerla al lado. Una hermana, una amiga, una compañera de trabajo. Si estás leyendo esto, piensa siempre en la suerte (que costó mucho trabajo) y que otras mujeres como tú o como yo, no pueden disfrutar en estos 620 días de locura incierta, de suma y sigue, de grifos de ilusiones cerrados, de suministros cortados, de congelación de la fuente inagotable de la vida que es la ilusión y la libertad. Si estás leyendo esto, busca palabras, soluciones, antídotos para que ninguna se quede atrás en la sinrazón de un mundo que intenta ocultar, tapar o callar. Porque nosotras ya tenemos esa gran suerte, pero los derechos son universales para todas las personas, aunque no lo sepan, aunque no los vean, aunque algunos no lo crean.