Fernando R. Piñero

Blanco sobre blanco

Fernando R. Piñero


El celoso extremeño

15/04/2023

En 1613, Juan de la Cuesta publicó en Madrid la primera edición de las Novelas ejemplares que Miguel de Cervantes había escrito entre 1590 y 1612. En una de las doce novelas, Cervantes narra la historia de un marido celoso de su esposa que decide encerrarla y que únicamente libera de madrugada para dejarla acudir a la iglesia. Considerada una novela más puramente realista, no obstante, Cervantes introdujo también algunas variaciones con propósitos morales y éticos, tales como la envidia, las inseguridades y los complejos de un marido incapaz de contentar a una esposa enamorada de otro hombre.

Si bien la historia de la novela es muy distinto a todo aquello que podamos vivir o escuchar hoy en día, lo cierto es que la temática principal que se toma como punto de referencia parece no haber pasado de moda. En la historia del celoso extremeño, Cervantes nos presenta a un personaje consumido por los celos, que se sabe impotente y que no encuentra mejor solución que esconder a su esposa de los amantes que la rondan. La envidia, considerada por Unamuno más terrible que el hambre, parece constituir uno de los pocos rasgos que perduran en las sociedades actuales desde los inicios de los tiempos, cuando los hombres llegaban a matarse por alcanzar la posición ajena. Lo más probable fuera que volaran azagayas y garrotes en alguno de los primitivos asentamientos vetones que poblaron estas tierras. Hombres celosos, como quizás también lo fueran los primeros repobladores que llegaron en el siglo XI y que construyeron la ciudad actual levantando torres y palacios, unos más altos y grandiosos que otros, como demostración de la superioridad de su dueño sobre los demás. Los mismos celos que condujeron a que el infante Alfonso de Castilla, hermano de la reina Isabel la Católica, fuera forzado a deponer del trono a su hermanastro Enrique IV en lo que ha venido conociéndose como la Farsa de Ávila.

La envidia es una condición inherente al hombre, aunque no debemos admitir aquello de que el ser humano es malo por naturaleza. Locke pudo estar equivocado, como también lo están todos aquellos que abogan por destruir en lugar de por recomponer. En una ciudad pequeña como la nuestra, las naves también lo son, y es muy probable que una remada a contracorriente haga desviar el rumbo del resto de la tripulación. La crítica puede y debe estar consentida, sin ella no habría evolución, pero tampoco la habría si lo único de lo que nos valiéramos fuera de la piedra y del puñal. Ávila es el ejemplo de una ciudad orgullosa de sí misma, pero precisamente debe ser ese orgullo el que nos haga apartar las diferencias para unirnos en la discrepancia. La máxima más escuchada, aquella que puede resumirse en algo así como "Esto se ha hecho así toda la vida", infringe un daño del que no somos conscientes. Porque es la frase utilizada para no admitir una opinión o un intento de mejora, pero también es la bandera que portan los que se colocan en contra de los que la persiguen y en ocasiones consiguen evolucionar.

Ya sea la aprobación de una ley beneficiosa para la ciudad o el desarrollo de un proyecto, lo más común es que aquel que lo haya propuesto se vea solo, señalado por los que no han sabido llevarlo a cabo pero que, en lugar de arrimar el hombro, deciden cambiar el rumbo y remar para otro lado. Todos somos culpables de vernos muchas veces olvidados y engañados, porque siempre habrá alguien que prefiera mantenerse a la deriva, víctima en ocasiones de su propio desconocimiento.

En la novela de Cervantes, la joven mujer del celoso extremeño conseguirá hacer entrar a su amante en su prisión. No obstante, tras la muerte de su esposo, la muchacha, insatisfecha por no haber logrado consumir sus deseos con ninguno de los dos hombres, decidirá ingresar en un convento y emigrar definitivamente de su tierra. Ni siquiera el amante, causa de los celos del esposo, constituía una verdadera amenaza. Probablemente los celos consigan que aquellos que trabajan por conseguir algo mejor para la ciudad apuesten también por emigrar, cansados de las envidias que los siguen considerando rivales. En nuestras manos está hacer todo lo posible para evitarlo.