Fernando R. Piñero

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Fernando R. Piñero


El inventor de Santa Teresa

24/01/2024

El 22 de enero de 1636, hace 388 años, moría en Valladolid el insigne escultor Gregorio Fernández. Maestro reconocido, su figura no personifica únicamente el desarrollo de una escuela en particular, sino prácticamente todo el movimiento barroco escultórico con el permiso de Martínez Montañés, Alonso Cano o Pedro de Mena. En un contexto en el que la Iglesia monopolizaba la mayoría de los encargos y dirigía las corrientes de pensamiento, alentada por la ofensiva contrarreformista, el escultor hizo bien en plegarse a las exigencias de un mecenazgo esencialmente religioso. Célebres son sus conjuntos escultóricos pasionales o sus cristos yacentes. Aunque si algo supo hacer también fue adaptar los modelos iconográficos de los nuevos santos a la escultura, en una época en la que se sucedieron importantes procesos de canonización de religiosos españoles, como Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús.
Fue en 1614, coincidiendo con la beatificación de esta última, cuando Gregorio Fernández había elaborado una de las primeras imágenes escultóricas de Teresa de Ávila. Conservada en la iglesia del Carmen de Extramuros de Valladolid, guarda un gran parecido con la obra que ejecutaría ya en 1622 (Valladolid, Museo Nacional de Escultura), una vez que la carmelita fue ya declarada santa. Con la mirada perdida hacia arriba, una mano sosteniendo un libro y la otra una pluma, su fama hizo que sirviera de modelo para representaciones posteriores, como las de Zurbarán o Ribera. Convirtiendo al escultor, por tanto, en el gran inventor del culto teresiano.
La edificación, a principios del siglo XVII, de la iglesia de la Santa sobre la casa que había ocupado la familia Cepeda, provocó asimismo la necesidad de contar con un elaborado aparato decorativo e iconográfico y que en 1632 (cuatro años antes de la inauguración definitiva del templo), la comunidad de frailes encargara a Fernández la realización del importante retablo que preside el altar mayor, así como las imágenes de la Virgen del Carmen, San José y el conjunto de Santa Teresa arrodillada ante el Cristo amarrado a la Columna que reproduce el episodio ocurrido en el monasterio de la Encarnación. Es este uno de sus últimos trabajos, en un momento de absoluta madurez creativa, lo que se materializa en la edificación de un Cristo de canon esbelto y destacado dramatismo en el rostro, aunque alejado de otros modelos, como los conservados en Calahorra (La Rioja) o en la iglesia de la Vera Cruz de Valladolid. El contraste con la imagen de la Santa hace pensar que fuera algún miembro de su taller quien terminara el conjunto, aunque sin alejarse de la dirección del maestro, que asimismo intervino en la ejecución de la imponente Virgen del Carmen que se venera en el crucero de la iglesia y que reproduce los modelos que ya había utilizado el escultor con anterioridad.