Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Negocio y esperanza

09/01/2021

Ansiamos la vacuna. Queremos creer que las ya existentes ni siquiera son o serán solamente provisionales. Toda la esperanza está puesta en ellas. Y al mismo tiempo se han convertido en un gran negocio, multimillonario. Tanto por lo que fabrican como por lo que valen en bolsa algunas de estas compañías con una capitalización de varias decenas de miles de millones de dólares. 
Hoy y ahora, sabiendo como ya sabemos que este virus entra ya en una tercera ola y con una letalidad terrible, solamente las vacunas, solo dos reconocidas en la Unión Europea de momento, al margen de la de Oxford, la rusa, etc., son el símbolo de un lado, del enorme impacto y desarrollo científico del que es capaz el ser humano y la tecnología e inteligencia artificial reciente y reinante, de otro lado, de la importancia cada vez mayor de la investigación científica pese a que países como el nuestro, tanto a nivel central como autonómico racanean en lo que es la investigación, salvo para hacerse la foto de turno o el fichaje estrella. Pero de otra parte, la vacuna supone también la alianza de fondos de capital, inversores de todo tipo que aportan miles de millones a empresas con una fuerte componente tecnológica, bio y nanotecnológica y farmacéutica que está llamada en este década a liderar la lucha contra las pandemias, bacterias, etc. 
Si uno lee por ejemplo cómo y en qué entorno se ha creado Moderna hacia solo una década, en Cambrigde-Harvard, quiénes son o han sido sus investigadores, cómo se ha incumbado, quiénes han aportado capital y cómo desde cuándo han accedido a la bolsa, el negocio es puntero y el potencial de crecimiento simplemente extraordinario. Hay y había mucho en juego. Y esta pandemia con sus mutaciones lo ha acelarado todo. Eso sí, casualidades. O eso debemos todos creer. 
Nunca hemos estado tan perdido ni tampoco después del periodo de entreguerras nos hemos sentido tan frágiles, tan vulnerables como en el último año. Si bien despreciamos lo que ocurría en China ayudado por el férreo silencio del gobierno dictatorial chino –las cosas por su nombre- aunque fingamos que es una democracia económica, hoy sabemos lo que este virus es capaz de deparar. También nos hemos acostumbrado que cada día mueren el equivalente a uno, dos o tres aviones que se estrellan. Nuestros aviones de la indiferencia ante las cifras y el drama que viven miles y miles de familias. Solo hace falta ver la barra libre de estas Navidades y la irresponsabilidad de muchos para saber que, pase lo que pase, suceda lo que tenga que suceder, no somos capaces de aprender absolutamente nada. 
Apostemos de verdad por la investigación desde lo público como desde lo privado, sin demagogias ni clichés falaces. Sinplemente un dato, la administración del saliente presidente norteamericano aportó casi la friolera de mil millones de dólares en los últimos meses de cara a la aceleración para la investigación y obtención de la vacuna. Lo han logrado. Aunque no sea siquiera la vacuna definitiva, pero sí una entre las más creíbles y resolutivas para el momento actual. La UE acaba de comprar ya 160 millones de unidades en su primer pedido. Más todo lo que se produce ya para los dos mercados norteamericanos, o Israel que ya ha vacunado en un tiempo record a millones de ciudadanos. En España, la eficiente España autonómica sigue tirándose los trastos y no vacunando en festivos. Así nos va.
Sí, la vacuna es esperanza, es certeza, es salvación, pero también es un gran negocio fruto de la investigación.