Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Fahrenheit 451

05/11/2022

Podríamos hablar de los calores del otoño que es casi aún verano, de los grados Fahrenheit que el cambio climático está aumentando. De la desaparición de los glaciares que hace dos días salió en los medios de comunicación o de cómo la nieve deja paso a la lluvia por la subida de las temperaturas.
Pero en realidad, yo sigo estancada en ese libro que marca la temperatura a la que arde el papel. Quemar nunca me gustó. Ni siquiera la parte de quemar etapas, porque suena a sufrimiento en vez de a disfrute de cada momento de la vida. Pero ya,  si nos referimos a quemar libros…. Paso del disgusto al horror.
Cuando en el club de lectura en inglés nos propusimos leer libros distópicos, no me podía imaginar que pasarían por mis manos 1984, El cuento de la Criada y ahora el más reciente Fahreneit 451. No me solían gustar estos libros tan separados de la realidad. Pero ahí está el truco o trato: y es que, en vez de separación, solo hago que encontrar similitudes. Vivir en un mundo donde priman nuestras «familias de influencers» en vez de la familia de sangre, querer vivir en la ignorancia total porque así no se sufre, borrar conocimiento e incluso hacer desaparecer lo que otros descubrieron para evitar el pensamiento crítico… está más de actualidad de lo que pensaba.
Supongo que, como Quijotes en otros tiempos, los Montags de la vida son los que nos disponen a ver la realidad con otros ojos. Miradas de ingenuidad, de incredulidad, de saber que podemos aprender del pasado para evitar los errores del futuro.
En la vida real como en el libro, nuestro objetivo es siempre perseguir la felicidad. Pero llegados a este punto, tenemos que elegir si nuestra decisión es una felicidad que se basa en el hecho de no saber, de no pensar, de no sufrir. O si, por el contrario, nos lanzamos a la piscina y buscamos una felicidad basada en conocer, mejorar, preocuparnos menos por las cosas que no son importantes y más por el estudio, el conocer, el respetar.
En el tema del aprender y del saber, supongo que somos tan escépticos como con el cambio climático. Hasta que no lo suframos aún más, no lo creeremos. Pero hay cosas que no son tan tangibles, tan reales. No es que no las sepamos, sino que no las queremos ver.
Solía pensar que los libros distópicos viven en otras vidas paralelas fuera de nuestra cabeza. Pero lamentablemente, no. Acertado, visionario, llevando el extremo al caso real, valorando como la vida se nos va entre el disfrute y el no pensar. Entre lo que creemos que nos da la felicidad con respecto a lo que en realidad nos hace felices. Sin saber que, de algún modo, somos los protagonistas de ese mundo utópico perverso, donde nos dejamos llevar por unos términos de referencia que en nada se parecen a lo que es un mundo coherente, libre de pensamiento, palabra, obra y omisión.