Gabriela Torregrosa Benavent

Cosas veredes

Gabriela Torregrosa Benavent


Entre todos la mataron y ella sola se murió

16/10/2023

Qué tiempos aquellos en que todos los opositores para el ingreso a la Escala Básica de la Policía Nacional realizaban las pruebas físicas en Ávila. A la vista de la deriva de los acontecimientos posteriores, ahora todo parece haber quedado muy lejano, pero ocurrió nada menos que durante ocho años, desde 2013 hasta 2020. Ávila no solo era la flamante sede única de las pruebas físicas año tras año en el BOE, sino además la sede subsidiaria de las pruebas restantes, para el caso de que un examinando no manifestase preferencia de lugar. Tener aquí la Escuela Nacional de Policía era un aval más que suficiente.

No hablamos de promesas incumplidas, sino de un escalón más. Era una boyante realidad que suponía recibir entre 20.000 y 30.000 personas anualmente en nuestra ciudad, muchas de ellas alojándose aquí, incluso acompañadas de algún miembro de su familia, y en todo caso la gran mayoría haciendo uso de la hostelería local. Todo ocurría en turnos, durante un mes y medio o incluso dos meses de la temporada baja, en pleno otoño cuando tradicionalmente la ocupación hotelera está más floja. Una poderosa inyección económica y de vida para la ciudad, con repercusiones tangibles en el consumo y el empleo. Y una excelente forma de darnos a conocer, una promoción gratuita a gran escala. Podemos hacernos una idea de la relevancia del asunto recapacitando que recibíamos escalonadamente un número de visitantes equivalente a la mitad de la población de la capital abulense. Como si por ejemplo proporcionalmente llegaran a Bilbao 180.000 personas o a Murcia 230.000.

Con el advenimiento de la pandemia, se esgrimieron por el Ministerio razones sanitarias (evitar aglomeraciones) para desdoblar las sedes de las pruebas físicas. Nos tuvimos que conformar con ser una sede más entre una decena, apenas recibiendo el 10% de quienes concurrían a las pruebas físicas. Y la condición de sede subsidiaria también se nos escapó, quedando reservada a Madrid. Eso sí, se nos adjudicó como premio de consolación acoger las pruebas físicas de la Escala Ejecutiva. Con todo, el número total de opositores que venía no superaba los 5.000 anuales, una cifra ínfima comparada con las acostumbradas. En 2023, estarán en torno a los 3.000 y solo durante una semana.

En esto como en tantas cosas, la pandemia nos tapó la boca literal y metafóricamente: lamentablemente fue la excusa fácil para justificar conductas que luego se demostró escondían en realidad otra motivación bien diferente.

Y pasada la emergencia sanitaria, con todos los parámetros de vuelta a la normalidad, ya nunca se recuperó lo que en Ávila tanta falta hacía. La condición de sede única quedó perdida y, lo más inconcebible, aparentemente olvidada.

Hay temas como éste que son de ciudad. No son ideológicos, no admiten bandos. A todos nos viene bien la fortaleza económica general, pues tanto la bonanza como la crisis nos demuestran hasta qué punto dependemos unos de otros y estamos interconectados. Lo inexplicable e imperdonable es que este tipo de temas no encuentren a la ciudad unida inquebrantable en un bloque compacto, reclamando juntos ante quien corresponda sin excepción.

Pero en este caso se juntó la irrelevancia de un gobierno municipal localista que a pocos km. no tiene ya puertas a las que llamar, con la indiferencia de un gobierno central cuya orientación hace mucho tiempo abandonó la esperanza de ganar alguna vez en la ciudad. Para no ofenderse mutuamente por si les tocaba pactar entre sí (que las aritméticas políticas las carga el diablo), las formaciones que sustentan a unos y a otros guardaron silencio, quedándose solo la reivindicación en la oposición y los empresarios, y viéndose el asunto devaluado a algo meramente de opinión o sectorial, no defendido como merecía. Se perdió la oportunidad de hacer un frente común buscando un objetivo bueno general.

Y cuando por cuarto año consecutivo acaba de publicar el BOE la triste realidad que todo apunta a que quede cristalizada como hecho consumado para los restos, ya no hemos oído a nadie decir ni pío. Quien no llora no mama: ¿cómo no nos van a quitar cosas ya consolidadas, si al hacerlo nadie alza la voz? Se lo dejamos muy fácil. Y se crean precedentes muy peligrosos. No vale echarse culpas. Entre todos la mataron y ella sola se murió.