Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


España y las chapuzas

07/02/2023

Entramos en el juego político y partidista y lo hacemos de un modo descarnado y taimado. Sin ambages. 2023 es el año electoral, de la refriega en un todo o nada y donde no habrá término medio. Ya nadie quiere ni pide explicaciones, menos ya con argumentos sólidos. No se los pidan a muchos políticos. En verdad no quieren explicar nada, solo atacar, distraer, arrojar el veneno de la palabra vacía hacia el adversario. Solo unos pocos atesoran solvencia. Un par de nombres en España. El resto planicie. Han bajado un poco el espectáculo de la crispación. Espadas en todo lo alto. Meteduras de pato, divisiones y fracturas en el gobierno, Marruecos sonroja a un Pedro Sánchez obstinado en conceder todo al reino alauita.  Veremos como continúa el entreacto. 
La gran chapuza de la información sesgada e interesada está presente. Estamos acostumbrados, otros lo hicieron antes, pero nada lo justifica. Ahora en los parlamentos empiezan el dardo y el aceite de un ricino amargo y mezquino. Y lo hacen porque ya nadie piensa en gestionar. Unos a perpetuarse en la poltrona no sin ponerse nerviosos, de directores generales para arriba, todo lo que puede ser cesado por el dedo cesarista del político con poder. Otros ansían el puesto, cueste lo que cueste. La legión de funcionarios asiste entre jocoso y delirante al espectáculo y descuentan ya los cambios en no pocos gobiernos autonómicos. Soplan vientos de cambio, sobre todo en algunas comunidades. Quítate tú que pongo yo, y conmigo, los míos. Spoils system que los nortearicanos erradicaron hace décadas y décadas. 
Sí, la España de la chapuza. Del olvido sectario, del guerracivilismo invacunado.  Sediente de la sangre del adversario. Nos han contado de todo y dicho casi todo. Pero algo sigue siendo palmario, que flojos líderes tenemos. Y solo cuando el agua aprieta y las carótidas reverberan miedo y angustia, damos un paso atrás. El cambalache político sigue su propio espectáculo. Millones para todos. Que este país aguanta con casi todo. Es irrompible. Esta lección o pócima la acaban de aprender los nacionalismos más irredentos, pues ni siquiera los políticos, algunos, son capaces de romperla y eso que desde la chapuza se empeñan impenitentemente. Los socialistas sostienen en Cataluña a Aragonés y algunos ya entierran el soberanismo sin detenerse en pensar que con aquél tripartito surgió una CiU y un Ezquerra aún más beligerante más las torpezas de Zapatero, Rajoy, etc. Dejémonos de victimismos. Pensemos. Hagamos el esfuerzo. No mancha, ni tampoco cansa. Pero lo parece. 
Silencio en platea. Pocos, salvo los acólitos están dispuestos a aplaudir sin crítica y menos, autocrítica de algún tipo. Sedicentes en lo nuestro. Complacientes. Pero desalmados con lo de los demás.
Se acaba un tiempo y esperemos que llegue otro con sensatez y claridad, pero sobre todo con la energía y el coraje suficiente para cambiar el ritmo, el paso, el comportamiento, la actitud y las cosas. No caigamos en los errores permanentes y atribularios del ayer. Erre que erre repetimos a lomos de esa sempiterna mula vieja. No seamos frívolos y pensemos, siquiera esta vez, algo más en serio por vertebrar y mejorar un país y una sociedad con pulso débil y silente, sumamente silente. Aunque pronto algunos incendiarán las calles si el gobierno de la nación cambia.