Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


¿A quién votaría el Sr. Cayo?

07/05/2023

Recuperen y lean el libro de Delibes, publicado en 1978, el mismo año de nuestra Constitución. Nuestra ley fundamental comienza: «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que manan los poderes del Estado».
La obra de Delibes es otro tratado repleto de valores: ecología, respeto a la naturaleza, contra el consumo estéril, economía, política y el recurrente lamento por la España vaciada, problema que ya se antojaba insoluble. Un tesoro, en fin, adelantado a su tiempo, una llamada a meditar sobre las elecciones y las promesas de los políticos, y una reivindicación de la España vaciada.
De cara a las próximas elecciones todo es macroeconomía –PIB, Déficit, inflación, tipos de interés, exportaciones– es el tema que ocupa las plumas de sesudos pensadores; es el contenido de los argumentarios que nos endosan cada vez que políticos y sus partidarios abren la boca. Discursos recogidos en los medios de comunicación que despiertan poco, por no decir nulo, interés entre los ciudadanos.
¿Porqué?: los políticos olvidaron hace tiempo que no fueron elegidos para los suyo sino para lo nuestro. ¿Es tan difícil de entender? ¿Para quién mitinean y escriben?, ¿para sí mismos?, como Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como.
En 'La tiranía del mérito', Sandel, su autor, afirma que «cuanto más nos vemos como seres hechos a sí mismos y autosuficientes, menos probable es que nos preocupemos por la suerte de los demás». Si eres político y has llegado esto: vete, dimite.
¿Qué sucede con los asuntos más próximos al ciudadano de a pie, consumidores, trabajadores por cuenta ajena y propia, pequeños inversores, pensionistas?
Delibes es un maestro describiendo los eternos problemas, las preocupaciones, que son las mismas de toda la vida.
Es sobradamente conocido y denunciado que existe una clase social que, a pesar de trabajar, sus ingresos no son suficientes para tener una vida decente. Quienes disponen y gozan de los recursos suficientes saben que esa situación agrieta la democracia, y las consecuencias no suelen ser las deseables, pues provocan inestabilidad e inseguridad por la brecha que se genera.
Algunos, en su ignorancia y afán de amasar riqueza, olvidan que las clases medias son el verdadero soporte del Estado, y que cuanto más protegida y mayor sea esta clase más garantizada está la democracia. Cuanto mayor sea la cantidad de ciudadanos que integren ese estrato mayores serán los avances y progresos de toda la nación, y menor será la brecha social y política.
Si los salarios por sí solos no cubren las necesidades mínimas, la solución es marcar como prioridad pública la salud, la atención y protección social, el acceso a la educación y cultura. La democracia es el sistema idóneo para progresar en ese sentido, y el garante y responsable es el Estado y por ende el gobierno de turno.
El derecho romano, fuente de muchos ordenamientos, surgió como un regulador de las relaciones sociales entre los estamentos de Roma. Hoy, en nuestro caso, la Constitución ¿Por qué al invocar la Constitución algunos políticos y ciudadanos reaccionan como los poseídos por el diablo al mostrarles la cruz en un exorcismo? y hablan de radicalismo. La Constitución es esa ley fundamental que a algunos repele y a otros parece pornografía política. Quienes así piensan dudo que la hayan leído. Su enseñanza debería ser obligatoria en todos los centros de educación, en todo el Estado. Y a los inmovilistas recordarles que es un tratado vivo, que puede ser reformado y adaptado según cambia la sociedad, en el ámbito del Congreso.
Los elegidos por los ciudadanos son los que pueden y deben pactar y, aviso a navegantes y votantes, cuidado con esos otros políticos que anuncian sus intenciones reales en cenáculos, con cuclillos y personajes que no ha elegido la ciudadanía, y no en el Congreso y ante todos los ciudadanos.
Y vuelvo a repetir: los políticos no han sido elegidos para lo suyo sino para lo nuestro ¿es tan difícil de entender lo de que la soberanía reside en el pueblo?
Tengo la percepción de que los políticos, enzarzados en su torpeza y egotismo, no están atentos a las necesidades de los ciudadanos y hacer oídos sordos a los cantos de sirena de grandes corporaciones, ávidas de hincar el diente en algunas de las instituciones públicas del país, y dejar de estar a lo suyo para cuando pierdan la canonjía de la política.
Personajes que se embarcaron desde su más tierna juventud creciendo con su partido, ese es todo su mérito, ¿qué nos pueden ofrecer?. Algunos llegaron vírgenes y después de muchos años vírgenes se van. En política no se necesitan funcionarios, ni técnicos, sino políticos de talla con vocación de servicio público.
¿Y qué tenemos? El panorama antes de las próximas elecciones generales es este: un Sumar que divide a la izquierda, les resta escaños por el sistema D´Hondt, y multiplica el caos en ese colectivo.
En la derecha un PP con un VOX que no se sabe si resta o suma, pero que enrarece la ecuación y deja incógnitas de difícil solución.
¿Y las demás fuerzas?, una amalgama de números primos, solo identificables consigo mismos y pendientes de lo que marque el número uno, el ganador electoral, y todo ello aderezado con maniobras orquestales en la oscuridad. 
Votante: ¡atento!
«–El cuclillo pone los huevos en nido ajeno, donde los pájaros son mas chicos que él, para que le saquen los pollos adelante.
– Como algunos hombres –afirma uno de los protagonistas del libro de Delibes–.
– ·Eso, los amos y los jefes –contesta Cayo–».
Siempre me pregunté: ¿A quién votaría el Sr Cayo?