Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Sisar o no sisar, esa es la cuestión

17/10/2023

La pelea está servida. El alcalde y su equipo -Por Ávila- quiere subir impuestos. La oposición en bloque se niega, de momento. Sin esos ingresos el regidor alega que habrá recortes, pero no será su culpa sino de los que se oponen. Repetir la misma jugada de hace cuatro años (subir impuestos -IBI 8,6%- a los tres meses de conseguir la Alcaldía) no va a colar esta vez. También parece demagógico negar categóricamente la subida de impuestos. Hay otras formas de incrementar las arcas públicas que no pasan por vías impositivas que debe acompañarse imperiosamente de inteligentes reducciones de gastos. En el actual escenario microeconómico (al alza la mayoría de variables) plantear subidas impositivas va a tener un efecto social y de desarrollo para Ávila desfavorable.
El alcalde inicialmente dejo deslizar que la propuesta de subida era indicación o consejo de los técnicos municipales, eximiéndose de su decisión política. Culpar a los demás -victimismo infantil- manteniendo el ego intacto ha sido su catecismo desde que inició su carrera política, pero eso no cambia los errores.  De ser ello cierto el argumento sería inconsistente, pero sobre todo no es imparcial ni objetivo pues los funcionarios municipales son parte beneficiaria ya que su salario procede de la tesorería local. Antes de ver peligrar su nómina es legítimo que se propongan o recomienden más ingresos -disminuir gastos no está en el manual- y los tributarios son los más fáciles de alcanzar. 
El último informe del CIS refleja que un 60% de la población considera que recibe menos de lo que paga y que la carga fiscal oscila entre regular (48%) y mucho (37%). También el español considera (60%) que los impuestos son necesarios para prestar servicios públicos. Datos extrapolables a una sociedad abulense cuya renta bruta disponible es un 38% más baja que el sueldo del primer edil, aunque siempre hay otros que ganan más. Esto no va de eso. Caer en la simplicidad con las comparaciones salariales de los representantes electos abulenses (exorbitantes en términos de rentabilidad local) conduce a hurtar el verdadero debate de fondo sobre si Ávila será más prospera cuanto más alta es su presión fiscal. 
Responder afirmativamente exigirá incrementar muchísimo más los impuestos locales. Si la respuesta es negativa de nada valdrá disminuir los tributos sino se acompañan de otras decisiones arriesgadas y creativas. Lo que importa no es lo que se recauda, sino como se gasta. El reto sería conseguir que los abulenses -a semejanza de los nórdicos- sean más felices teniendo impuestos altos (no confiscatorios) o lo que es lo mismo revertir al ciudadano abulense en múltiples formas y canales su aportación. Aquí entran las inversiones productivas de las que Ávila carece. Esto si justificaría un pleno extraordinario.
Los tributos son tan antiguos como la antigua Roma -stipendium-. En la edad media los impuestos eran indirectos y se aplicaban al pueblo independientemente a la capacidad económica del pagador. Ávila es ciudad medieval. De ellos la sisa fue el más eficiente y el más impopular. Veremos cómo queda el desenlace en el consistorio abulense, aunque me atrevo a aventurar que habrá abstención socialista con una propuesta de incremento impositivo «diferida». De no ser así no descarto una huida hacia delante del propio alcalde en forma de plantear su propia cuestión de confianza en el salón de la Casa Grande del Mercado Chico.