Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Fin del curso académico e inicio del político

20/06/2023

El pasado sábado quiso la coincidencia que en el mismo lugar y a la misma hora se celebraran dos actos institucionales significativos. La Universidad Católica de Ávila celebraba su acto académico de graduación, mientras el Ayuntamiento de la Capital había convocado el pleno de constitución e investidura del alcalde y concejales de la ciudad. Ambos eventos se celebraron a la misma hora y en el mismo lugar –incomprensible–, el Centro de Congresos de Ávila Lienzo Norte. Teniendo en cuenta que el acto universitario está programado desde comienzo del curso académico, la elección política (el consistorio dispone de otras dependencias) y hora me pareció desafortunada, incluso iría más allá, egoísta, pues quien va a regir los destinos de la ciudad debe ser generoso y no replicar a modo de pulso político –rey feudal– a un centro educativo superior que está haciendo más por esta ciudad que la política que proyecta y representa el primer edil. Razones y explicaciones habrá y si no se inventan, aunque conociendo la afición por la imagen y el populismo del regidor nada es descartable, sobre todo teniendo en cuenta que el acto académico congregó algo más del millar de personas (alumnos, profesores, familiares y amigos) orgullosas y emocionadas por los logros de sus seres queridos. En las salas más grandes se entregaban las becas a los graduados en diversas disciplinas académicas acreditativas de su esfuerzo, empeño y tenacidad. En otra sala menor se repartían, entre promesas y juramentos de cumplir fielmente las obligaciones del cargo…, acreditaciones y medallas a unos concejales electos cuyo mayor mérito es haber conseguido figurar, por no se sabe que atributo o interés, en una lista electoral. Para unos llegaba un aparente final de ciclo con el entusiasmo propio de salir a comerse el mundo para ganarse un sueldo y porque no una posición social. Para los otros, bien con algo de emoción bien con excesivo desaliento y decepción, es el comienzo de cuarenta y ocho meses de batallas dialécticas e incluso personales para hacer o deshacer en una ciudad que evoluciona, pero no avanza. Ávila repite alcalde y equipo de gobierno, aunque de momento (hasta que se sepa el resultado de las elecciones generales) gobernará en minoría y solo con acuerdos puntuales –Vox es el más asequible y preferido, aunque se niegue–. Anunció diálogo, pero es consciente de que para volver a ser reelegido dentro de cuatro años necesita una estabilidad que solo se consigue con un acuerdo de coalición. La legislatura amarilla, sin embargo, no ha comenzado del todo bien. Resultó extraño que uno de los fichajes en la lista de Por Ávila –número once– ni siquiera cogiera el acta de concejal y ninguna explicación razonable (inevitables especulaciones), más allá de acudir al cajón de sastre que supone alegar motivos personales, se han dado. Las condiciones, requisitos, exigencias, compatibilidades y limitaciones que impone ser concejal se saben de antemano a decir sí a una candidatura. En los corrillos de invitados se charlaba si ésta sería solo la primera o vendrían otras (incluso de otras formaciones). Mientras en su discurso el alcalde no aportaba novedad alguna y tan solo anuncios para los que, ya, tuvo los cuatro pasados en los que se limitó a dejar pasar el tiempo, al unísono el padrino de la promoción universitaria –consejero delegado del Banco Santander– afirmaba «la educación es la base del progreso de las sociedades».