Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


No quiero olvidar

25/02/2023

Si es un año más en tu vida, viviste una primavera, un verano, al menos dos olas de calor, playa y/o montaña. Navidades o cenas familiares y charlas con amigos. Un año encierra demasiadas cosas en 365 días y sus noches. 
Si traduces los números 365 días son un año. Uno parece poco, pero piensa ahora en segundos de inseguridad, en minutos de incertidumbre, en tiempo restado en tu vida en pleno siglo XXI. Si la vida se traduce, a veces toma diferentes perspectivas y sentidos.
Aún recuerdo el desayuno de hace justo un año, aquél fatídico 24 de febrero de 2022. Cuando nos levantamos con tanques en Ucrania, una declaración de guerra y la incertidumbre de no saber qué iba a pasar en los siguientes días o semanas. Aún recuerdo, incluso, la ropa que llevaba puesta y cómo se desencadenaron todos los acontecimientos de manera precipitada, pasando a vivir las inclemencias que acompañan la barbarie.
Durante este año hemos aprendido mucho: las catástrofes también pasan en Europa, no somos eternos y nuestras vidas pueden cambiar en cuestión de segundos. Esos son tres de mis múltiples aprendizajes de aquel mes de febrero gris, frio, lluvioso. 
Aprendí que la vida es muy frágil y el dolor muy profundo. Aprendí que dejar tu vida atrás es algo que no debería pasarle a nadie, salvo que sea decisión personal y no tomada por todos los acontecimientos que te rodean. Aprendí del valor de millones de personas que se volcaron en la frontera y que fueron los héroes y heroínas del año. ¡Gracias Polonia por lo que nos inspirasteis y nos hicisteis sentir aquellas semanas de marzo!.
Aprendí a emocionarme sin lágrimas y a escuchar historias de mascotas que son abrazadas por niños y niñas en el camino de la vida. Aprendí del coraje de las mujeres, madres, abuelas, hermanas, amigas. Aprendí que el mundo necesitaría ser pensado de nuevo por la mente de una niña, para transformarse otra vez, en un lugar que merece la pena ser vivido. Aprendí historia también y algo de mi olvidada (o quizá nunca sabida) geografía. Nos pasó lo mismo con la guerra hace ya unos años de la antigua Yugoslavia. Conocimos, nombres de pueblos banderas, nuevos países que hasta la fecha eran totalmente desconocidos para nosotras. Y ahora, es lo mismo en Ucrania. Sabemos los colores de su bandera, conocemos sus pueblos, ciudades y provincias. Un poco de allí permanece en nosotros por motivos que, no quisiéramos haber conocido. Así es la clase de geografía e historia a «marchas forzadas». 
Quiero borrar las heridas reabiertas en estos días de mi mente, pero el alma no quiere. Me dijo ayer, en voz baja, que se pueden cerrar, pero que la vida es como un plato desquebrajado. Por mucho que lo pegues ya nunca será el mismo. Puede ser diferente, pero jamás será lo mismo para quién vivió, sintió y sigue viendo que el paso del tiempo encierra hechos que son incomprensibles a la mente. 
Y a pesar de todo, a pesar del desgaste del tiempo, de la intensidad de la vida, de todo lo malo vivido, hoy, por encima de todo, quiero acordarme de todas las historias de superación. Quiero pensar en el trabajo de D. a pesar de que la ansiedad la visite por las noches; del regalo de la canción de A. y su camisa con bordados ucranianos; del coraje de V. par sacar a sus hijos adelante, uno de ellos con necesidades especiales…. Y así podríamos hablar de los millones de historias que se recogen en los miles de desplazamientos que se han producido en este año, para llegar a los casi diez millones en los últimos doce meses por las fronteras polacas, y nuestros más de millón y medio de personas que residen ahora mismo en Polonia en busca de un futuro más humano, más justo, más digno y a ser posible, lejos de ataques, bombas, bunkers y todo aquello que ataque la integridad de cualquier persona en el mundo. Con una única arma por bandera, llamada PAZ.