Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


La insoportable levedad del peaje

23/10/2021

Ríos de tinta han corrido en las páginas de este periódico, en foros de internet y en los mentideros más verdaderos de la capital abulense y su entorno. Un servidor y otros opinadores –no sé yo si entro en esa categoría– hemos aludido a la losa que, durante décadas, ha supuesto el peaje entre Ávila y Madrid. Nos hemos quejado de que se está dejando morir a unas vías del tren cada vez más muertas, las que conectan esta ciudad con la capi, prolongando los bochornosos tiempos de trayecto porque, en lugar de mejorar infraestructuras, se hace ir a los convoyes cada vez un poquito más despacio y así, todos contentos. Ha dado igual. Da lo mismo. Podríamos haber redactado la Biblia en verso, que los políticos que atraviesan el rubicón -como dijera un conocido presidente de Diputación en los tiempos del músculo financiero- se olvidan de este lado del Alto del León, y los que están allí creo que ni nos sitúan en el mapa.
La polémica ha saltado –y ha llenado titulares–, porque ese peaje que sonó a globo sonda hace un tiempo, va tomando cuerpo dada la necesidad del Estado de obtener recursos. Ese peaje, por cierto, parece que afectará a toda España, pero, como siempre, de una manera diferente a unos territorios frente a otros. Nosotros ya estamos vacunados, pagando bastante más de lo que se está diciendo que va a costar recorrer cada kilómetro. Pero las arcas públicas están tensionadas porque la pandemia ha pasado como un tsunami y, por mucho que se hable de la llegada de fondos europeos, una parte importante de los mismos hay que retornarla. En definitiva, que estamos ante un nuevo rescate, nos pongamos como nos pongamos. Es vital e inexcusable que los proyectos para los que lleguen recursos hay que acometerlos, y, en lo posible, tratar de evitar que, como en ocasiones precedentes, sean un concurso de papeleo y burocracia.
Hace un tiempo escribía que parece que no somos conscientes de que España presenta unos ratios de deuda y déficit públicos preocupantes. Abrumadores. Vivimos el presente, pero convendría de vez en cuando levantar la cabeza y mirar el camino. Sin embargo, hay sectores de la sociedad que no quieren hacerlo. Siembra, que ya recogerán otros. La hucha acabará rompiéndose si se tensiona al modo de los últimos tiempos.
Pero, volvamos a los peajes: en los medios hay una honda preocupación con este tema, sobre todo porque hay territorios –fíjate tú– que tienen un alto porcentaje de sus vías de alta capacidad. De manera que a esos lugares, los denominados históricos –aunque aquí atesoramos de lejos más Historia (sólo con Atapuerca, ustedes me dirán), o el 55 por ciento del patrimonio histórico-artístico nacional– ya se están quejando y, ellos sí, tendrán (más) compensaciones, en caso de que está barbaridad salga adelante.
Y digo barbaridad porque en un país como éste, en el que nos gusta más lo gratis que a un tonto un lápiz, el tráfico basculará de autovías a nacionales o vías secundarias, muchas de las cuales tienen un deficiente nivel de conservación. Con lo que eso supone: mayor tasa de siniestralidad, heridos, muertes... Más gasto en servicios sanitarios. Todos estos planes se visten con galas bien coloridas, pero la realidad es la que es. Hasta los socios de gobierno del principal partido en el Ejecutivo central han alzado la voz porque, ciertamente, esto, a quien más perjudica es a quien utiliza habitualmente la carretera, pero como ocurre con los impuestos generalistas, quien peor lo lleva es quien menos ingresa o quien tiene una nómina modesta y poco margen de maniobra.
En Portugal hace no tanto se implantó el pago por el uso de vías, para –en teoría– costear la utilización de las arterias principales del país. Sin embargo, los ingresos están muy por debajo de lo esperado. Los vecinos del oeste recurren a otras carreteras, aunque tarden más tiempo en llegar a destino. ¿Qué creen que va a ocurrir aquí si se implanta el peaje general, algo a lo que, por otra parte, en Ávila estamos acostumbrados? Es mucho más sencillo afrontar el palo a todos que fijar medidas impopulares, como una que casi nadie duda que hay que acometer: adelgazar la administración. Pero, eso, que lo hagan otros. Ya me entienden.