Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Regeneración

13/01/2022

Concepto deliberadamente vacío en un postmodernismo de quita y pon y donde la esencia se desdeña por la mera superficialidad. Sociedades abiertas, pero vacías. Sociedades dinámicas, pero anémicas de pensamiento y crítica. Sociedades anestesiadas de interés particular y egoísta. Lealtad en política, lealtad política, lealtad a un país. Pero, ¿debe la lealtad abrazar también el ideario de un partido en todos sus extremos? ¿Qué entendemos por lealtad?, ¿qué es, qué significa? Lealtad no significa imposición ni acriticismo. Lealtad no exige una comunión de ideas indefectible. Exige respeto, tolerancia. Principios y axiomas. El silencio no es un arma explícita de la lealtad, sí una manifestación. Lealtad y democracia pueden y deben convivir. Pero esta está por encima de aquella. El politólogo británico David Held nos ofreció hasta 11 modelos de democracia.
Hoy la democracia es rehén de los partidos, sus cúpulas pretorianas, y si esta premisa es válida, ¿por qué y cómo lo hemos consentido? Crisis institucional, colapso por sus entrañas morales, crisis de la democracia. Por pasividad, conformismo, por complacencia y ausencia de crítica. La democracia no es un oficio. Los partidos han recortado sus alas, partidos de notables, partidos piramidales. Volvamos a las bases, a la piel, al pegamento político en la calle.
¿Dónde está el político?, ¿podemos cambiar la democracia de la calle por la democracia de las urnas? Dinamicemos la vida interna de los partidos políticos, comportamientos, discursos, hechos y formas de actuar, rompamos con inercias, con cadenas de jerarquía e imposición. Abramos la política a la sociedad, al debate, lejos de canibalizarla.  No es la panacea, pero es el comienzo del cambio. De nada sirve si no somos conscientes siquiera de que hay que cambiar demasiadas cosas en un sistema político colapsado, abúlico y acrítico. Menos hieratismo de las ejecutivas. Regeneración, sí, regeneración moral de la vida pública española. Liderazgo, fortaleza, convicción, credibilidad y responsabilidad. Menos mercantilización de la vida política. Volvamos al ideal de lo público, del civismo, de la cultura cívica, del viejo ideal republicano, res publicae, republicanismo que se ocupa de lo público. Son muchos los que se sienten profundamente decepcionados con los políticos, el sistema.
Es el síntoma de la erosión de la confianza y la credibilidad. No hay líderes en estos momentos. La corrupción ha hecho estragos, su permisividad y aceptación por la sociedad, un cáncer. Propuestas, decálogos de ideas, iniciativas, diálogo. Encauzar la sociedad civil, al mismo plano que otros actores políticos y públicos. Despertemos como sociedad, con un latido de dinamismo, de compromiso. Nuestros jóvenes no quieren ser antisistema pese a que algunos políticos los han tachado de tales, incluso de golpistas. No hay más ciego que el que no quiere ver aun viendo.
No es hora del reproche mutuo, la indiferencia hiriente y mordaz. Tenemos que cambiar. El hoy requiere el mañana y este no es nada sin el hoy, incluso ayer. Abramos puertas y ventanas. Cercanía, credibilidad, compromiso, confianza, coherencia, capacidad, competencia. Devolvamos la ilusión a la ciudadanía, a la política y lo público, no ahoguemos la vitalidad, la autocrítica, la renovación, no solo de personas, también de ideas, soluciones, proyectos.
Falta inteligencia, compromiso y, sobre todo, credibilidad. Pero estas son vacías palabras. Indiferencia, desprecio, soberbia, demagogia, son, por desgracia, realidades bien tangibles y comprobables. Las mismas que han desafectado a muchos, que han desilusionado, descreído y alejado de lo público y lo político.