Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


Lecciones del fútbol escolar … a los padres

24/04/2023

Estaba dispuesto a escribir mi columna en torno al Día del Libro, homenajeando a los castellanos y leoneses, cuando tenía mis notas en medio de un campo de fútbol aficionado, de estos modernos de césped artificial con caucho en pequeñas bolitas que se impregna en las botas y en el vestuario. Pues eso, intentaba escribir antes del partido de uno de mis hijos, alevín de primer año, en medio de gritos de padres a sus vástagos, creyendo que son quienes les dan las nociones correctas de colocación y ataque, ignorando y quitando la autoridad que para ello tiene el entrenador.

Dos líneas escritas y escucho a un energúmeno gritando a un niño de once años que se levante y deje de tirarse al suelo, mientras se retorcía de dolor. Me muerdo la lengua y me cambio de sitio, porque le había prometido al niño hacerle unas fotos y ya de paso me acerco a su banda. Venga, en el descanso, voy a abstraerme unos minutos y retomo la tarea. Ganan 2-1 y les veo jugar a gusto, centrándose, haciendo labor de equipo, … parece que hoy sí están haciendo caso al entrenador y disfrutan. ¡Vaya! Falta al portero que el árbitro no percibe, pero bueno, … tampoco voy a decir nada, antes uno de nuestros delanteros la dio con la mano y me imagino que intenta compensar. Ya está, … pelillos a la mar. Intento seguir, pero uno de mis compañeros de grada, increpa al "juez" exigiéndole la puesta de sus lentes.

Percibo ciertos nervios en los niños que tan a gusto estaban, aturdidos entre los gritos de sus compañeros, las órdenes del entrenador y las voces sus propios padres; hasta tal punto que ellos mismos empiezan a creerse que es el árbitro quien está en su contra. Aun así, siguen hilvanando las jugadas, intentándolo una y otra vez, y se hacen con el tercero. Poco les dura la alegría, porque en un contraataque les llega el 3-2 y, pese a que vuelven a distanciarse, en medio de unos minutos de locura, penalti precedido de una clara falta al portero y la cosa termina en tablas, con un 4-4 que no imaginábamos al principio.

En fin, hemos pasado la mañana y, como decía uno de los padres más cuerdos: "Mira, me da igual el resultado después de haberles visto jugar con esas ganas, darse esos pases y creyendo en la fuerza del equipo". Iba a quedarme con esa idea romántica cuando en medio de los violines pacificadores, se alza un orco primate diciéndoles a los niños rivales: "¡Da igual si no os quieren dar la mano, pasad de ellos!" A todo esto, algunos de nuestros padres le pusieron fino al árbitro, a ese chaval de 16 años que se saca un dinerillo y completa sus estudios con este hobby, del que ya empieza a cansarse. Total, que no hace falta llegar a las manos para, en un encuentro intrascendente, respirar un ambiente de violencia del que nadie sale beneficiado.

Nos volvemos a casa y es verdad que el partido lo merecimos ganar pero, dado el ambiente tan pobre en valores y enseñanzas positivas, lo único que saco de bueno es al entrenador, que nos pone en el chat de padres que felicitemos a los chavales por el buen partido, pese al resultado, y a repasar en la retina junto a mi hijo los momentos de fútbol bonito.

Todos sabemos cómo debemos comportarnos y, quien no lo sabe, se retrata en estos ambientes. Si somos padres, se entiende que entendemos quién representa la autoridad y, en el campo, lo es del árbitro y del entrenador, como en el colegio lo es del profesor. Si queremos de verdad a nuestros hijos, a nadie se le ocurre humillarles, diciéndoles constantemente dónde deben colocarse. Además, el equipo lo forman dieciséis jugadores; las alineaciones y convocatorias las diseña el entrenador y nuestra tarea, al margen del deporte, está en motivarles, para que la actividad suponga valores positivos, como los que tiene el fútbol bien entendido.

Mucho más podría escribir, sabiendo que por mucho que uno quiera a su hijo no es ni Cristiano, ni Messi ni Griezzman, ni lo va a ser nunca; que de esos sale uno por cada millón de habitantes, algo que también saben esos padres hiperprotectores y tal vez aún no hayan sabido canalizar con sus impulsos algunos fracasos ocultos de su propio ser.

Ahí lo dejo, con el ánimo de disfrutar y ver un mejor partido de gradas hacia arriba el próximo encuentro, a ver si algún día extraemos del deporte los verdaderos valores y nos los aplicamos de verdad.