Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


El valor de la lealtad

10/03/2021

Esta primavera comenzarán unos actos que organiza el Ayuntamiento de Arévalo con patrocinio de la Comisión ‘El tiempo de la libertad’, de la Junta de Castilla y León, recordando el V Centenario de las Comunidades de Castilla. Un acontecimiento histórico que muchos identifican como la sublevación del poder popular en defensa de sus libertades, un proceso sofocado y con ello Castilla perdía su oportunidad de liberación… para otros es considerado como una rebelión de intereses que con la toma de poder de los flamencos, sentía la nobleza que los había detentado históricamente, un movimiento mitificado a lo largo del tiempo, especialmente en la época romántica, que se fue consolidando y fue aprovechado en diversos momentos como bandera de libertades. 
De cualquier forma, unas celebraciones en las que nuestra ciudad no festeja tanto ese levantamiento comunero, como el anterior particular de la villa y tierra contra el Emperador por la donación a Germana de Foix. Se podría decir que la Villa tomó el partido realista después de la reincorporación a la corona castellana. Unas celebraciones con diversos ángulos y puntos de vista, y que todos ellos conforman nuestra historia. Se recogerán los hechos, acontecimientos y otras circunstancias. Arévalo desde entonces perdió toda relevancia en el reino de Castilla, fue el comienzo del declive político, social y económico, y poco a poco fue relegándola del escenario de la corona castellana. 
Una historia tan intensa como poco comprendida, tan importante como ignorada, unas celebraciones que nos darán ocasión de volver a recordarla. La villa volvió al seno de la corona, pero sus timbres de gloria cada vez importaban menos. Desde entonces se comenzaban las actas del Concejo arevalense con una frase, a veces redundante, pero cargada de timbres de orgullo y gloria en la fidelidad hacia su rey, a la corona de la que siempre dependió. En febrero de 1521 dicen: «En la Noble e muy Leal Villa de Arévalo...». O el 17 de septiembre de 1521: «En la muy noble e muy Leal Villa dicha de Arévalo...». Quizás sea el principio de estas titulaciones.
Hay quien ve en el levantamiento de Arévalo un precedente de las Comunidades, pero otros historiadores no ven esta conexión, considerándolo más bien como un hecho más aislado y local, aunque las reivindicaciones de la Villa y Tierra tenía algunos puntos en común con las del ideario comunero, ese sentimiento de ser gobernados por extranjeros flamencos que copaban los más importantes puestos de responsabilidades… o los expolios de caudales castellanos para los asuntos del Emperador, como se aprecia en las peticiones reiteradas del Concejo de Arévalo.
Arévalo, la villa de realengo, consideraba eso como un gran privilegio fruto de su lealtad con la corona castellana. Pero, al mismo tiempo, otros factores se fueron sumando y acumulando. Ya con el precedente de la entrega al Duque de Arévalo, de efímera vida, considerando como una usurpación y enajenación de la corona, rompía el privilegio varias veces confirmado de no ser enajenada, poco antes, por la propia Isabel I de Castilla. 
Otra circunstancia que quizás tendría bastante que ver con el ambiente que se respiraba en esos momentos en la tierra y las villas isabelinas, «la mi villa de Arévalo» como Isabel I decía, tierras que tanto amaron a su reina y que tanto la lloró por la gran pérdida que su muerte representó, y hubo de presenciar muy poco después cómo por el interés sucesorio de Fernando de Aragón, poco después de su muerte, llegara otra reina a ocupar un lugar que nadie podría nunca ocupar, y como este pueblo tenía que rendir pleitesía a una extranjera, que poco le importaba a este pueblo que la sucesión de Aragón no admitiera a la mujer… o que aquel otro nuevo rey, el Emperador Carlos, que ni hablaba  nuestra lengua castellana, trocara estas tierras por el interés suyo y sin tenerlo en cuenta… debió de ser fuerte ese momento para nuestras gentes. Y poco después la enajenación.