Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


Adiós a un año inolvidable

30/12/2020

Inolvidable por muchos motivos, imborrable aunque nos gustaría decir adiós y hacerlo de un plumazo, por lo que ha representado para las personas y para nuestra sociedad. Como diría mi abuelo: «tanta gloria lleves, como descanso dejas…».
Siempre por estas fechas me gusta recordar lo que ha sido el año, los acontecimientos y vicisitudes que se han dado durante el último año. Es como una especie de balance de lo acontecido en los más diversos aspectos de la vida de nuestra ciudad. Unas veces para recalcar algunas cosas buenas, que no se olviden, que al fin y al cabo son las cosas que nos animan a seguir en el camino de la vida. Otras para recordar con amargura otras que no son tan buenas. Y otras veces para desear lo mejor a mis gentes, a las gentes de esta tierra castellana, tierra de dentro, tierra vaciada, que no vacía, las gentes de mi ciudad y a las de esta sufrida comarca, la antigua ‘Tierra de Arévalo’, que siempre esa esperanza viene bien para levantar los ánimos.
Es el caso de este año, el año de la pandemia, un tema casi monográfico que ha ocupado y preocupado a todo el mundo, que hemos sufrido en mayor o menor medida todos, y en muchas ocasiones de una forma cercana y dolorosa. Todo ha girado estos últimos meses en torno a las condiciones puestas por esta anomalía sanitaria que ha trastocado dota la vida, la personal, la familiar, la social, la económica, nuestras costumbres… todos los aspectos de nuestras vidas se han visto afectados.
Diez meses largos, interminables, porque cuando parecía que había un respiro, un resquicio de superación, y nos animaba a recuperar lo cotidiano, volvía con virulencia, con nueva incidencia aún más agotadora, por reiterativa, cansina y agobiante.
Por un lado, el problema sanitario muy grave que ha puesto a prueba a nuestro sistema médico, a todos los sanitarios en sus diversas presencias y a las instalaciones hospitalarias, colapsadas de espacio y de especialistas… 
Pero también, una segunda parte, el problema económico que ha dado al traste con miles de puestos de trabajo, con millares de pequeñas empresas que no han podido sobrevivir a esta tensión, cierres obligados y gastos que no cesaban, asunto que ha puesto en evidencia tantos dramas personales y familiares, tantas situaciones insostenibles, tantas ilusiones frustradas y tantos negocios que no han podido con la situación. Las ayudas, pocas y muchas veces tardías, han presionado fatalmente esta red de nuestra economía, la de esa pequeña y mediana empresa, que ha caído por millares ante una situación insostenible, ayudas que han sido insuficientes y desalentadoras, porque sin ingresos y aún tenían que pagar impuestos… la ruina del turismo, y de la hostelería, igualito que en nuestra Europa, en la que tanto nos miramos, cuando nos conviene, pero no así en otras ocasiones, que sería lo normal, a las duras y las maduras.
Los esfuerzos para continuar la vida, medianamente normal en tantas cosas, con gran esfuerzo, no siempre ha cuajado en el ambiente, la suspensión de tantas cosas consustanciales con la población, fiestas y otras celebraciones, han sido insuficientes para hacernos creer que lo malo ya había pasado. La Semana Santa, las Ferias, y otras celebraciones han pasado sin pena ni gloria, con gran añoranza de la población, como en todos los sitios.  La última fiesta celebrada, y con un éxito extraordinario, fue la de nuestra patrona, la Virgen de las Angustias, este año de récor de afluencia de gentes y de brillantez en todos los actos. Y lo que está ahora latente, es que esta tercera crisis del virus Covid 19, no es el final, a pesar de las vacunas que ya están siendo distribuidas en la población de más riesgo.
Por eso, finalizando este año, solo me queda poner una miaja de esperanza en lo venidero, desear a mis gentes lo mejor para un año nuevo que, a poco, será mejor que el que ahora finaliza. Adiós, tanta gloria lleves…