Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Hastío primaveral

12/06/2021

La política de pacotilla que se ve en las tribunas de los hemiciclos lleva a uno a desconectar la televisión, a apagar la radio o, si me apuran, a preferir saber de qué color es el traje de Rociíto que a atender a tal o cual político, que sabes qué va a decir antes incluso de haber movido los labios. El patrón es el que es y de ahí no saques ni al de derechas, ni al de izquierda, ni al que es mediopensionista. Si es que esto, por cierto, sigue existiendo. Cada uno arrima el ascua a su sardina. Tenemos una clase dirigente que se ciñe cada vez más al ámbito funcionarial –con todas sus implicaciones– y pisa la calle sólo si el aire sopla a favor. O si hay convocatoria en la que aparezcan unas cámaras. El mundo va por otro lado. Por ese motivo, el mal llamado fenómeno Ayuso, para algunos está siendo como el invento de la pólvora, descubrir un nuevo sol. Y resulta que es algo ya inventado y consistente en «ser como uno es». 
En la opinión pública tienen una cabida creciente los comentarios chabacanos de ciertos lumbreras, los próceres de nueva hornada que aglutinan, de forma evidente, a cada vez menos gente válida, y no perteneciente -insisto- a la función pública. Pero, ¿quién va a hacer semejante locura? Jugarse su prestigio profesional, desgastarse  de una forma evidente y después quedar marcado de por vida por defender una propuesta ideológica. Y además, si encuentra trabajo, es que le han impulsado unas puertas giratorias… ¡Nos lo tendríamos que empezar a mirar! En particular algunas mentes calenturientas, distraídas y desocupadas.
Los partidos políticos viven, como si fueran futbolistas esperanzados en saltar al campo con la Selección Española, en una burbuja. Inflada. Se rodean de esa camarilla de aplaudidores y palmeros que dicen a los líderes lo guapos que son, lo rubios que parecen y lo altos que están a pesar de llevar zancos. Así de falsa es la política del momento, que, como he dicho por aquí hasta el hartazgo, se teje a base de tuits y declaraciones grandilocuentes, pero que es incapaz de mirar, a medio-largo plazo, por los intereses de los españoles. De todos. 
Lo último que hemos conocido es que el año de la pandemia, el ejercicio de 2020, lo cerramos en España con una deuda pública del 120 por ciento del PIB nacional. Nuevo récord. Aunque a nadie parece importarle. Mires donde mires, el agua desborda la piscina. Da igual. Es mucho mejor aportar un titular fabricado que no diga nada -del tipo “Lo que nos preocupan son las personas”; está bien que no sean las farolas, por ejemplo-, pero que abra el telediario. Prefieren eso a trabajar duro por lo que está por venir que, insisto, no va a resultar fácil.
De manera que uno, que tiene alergias para aburrir, llega a estos momentos con una astenia primaveral que va mucho más allá de las puñeteras gramíneas, que por la maldita mascarilla -algo bueno va a tener-, se nota menos de un tiempo a esta parte. Si bien, lo que realmente aflora es el hastío... La cuestión es que mires donde mires, todo el campo es orégano… ¡Y más que lo va a ser!
Conste que lo del traje de Rociíto es una coña marinera. Que uno tiene poco tiempo y el que le queda no lo emplea precisamente en por suerte por la vida de los demás. Para eso ya están otros. Ya me entienden.