Darío Juárez Calvo

En el sitio

Darío Juárez Calvo


La libertad infausta de Barrabás

10/11/2020

La libertad de Barrabás no fue más que el alivio de luto de Pilatos, para así poner tierra de por medio al ceder ante una presión popular que detestaba escuchar que alguien se pudiera decir así mismo que era el hijo de Dios. Hoy ya nadie crucifica a sociedades endiosadas como la nuestra, por la altivez de la palabra, el desprecio a la obligatoriedad de la ley y la omisión del respeto, que radica de la prepotencia y la monorazón política por decreto y desacato, vertidas como banderas de sangre de estados primermundistas. 
No existe ser humano que sea capaz de limitar la sinrazón del odio y el «lo respeto pero no lo comparto». Más en el mundo del toro, cuando alejándonos del debate del «toros sí o toros no», el agravante político juega un papel fundamental para poner en la diana uno de los mayores pilares de la cultura española, únicamente por meros matices ideológicos. Matices inventados, sacados de la chistera de un porvenir que idolatra todo lo que excluya cualquier nexo que huela a España, independiente de que intelectuales de todo tipo de pensamiento, escritores y artistas, hayan ensalzado este arte a lo largo de los siglos. Se trata de acabar con la identidad cultural del pueblo, con el único afán de hacerse dueños y señores de una autoridad moral que dictamina qué es cultura y qué no lo es. 
Esto ha traído consigo graves consecuencias dentro del cerco del sector taurino, que han terminado de explotar en mitad de una pandemia. El efecto acción - reacción no se hizo esperar, pues el Gobierno de España prometió no dejar a nadie atrás, haciendo una excepción con los profesionales taurinos, negándoles su prestación por desempleo correspondiente del SEPE y no incluyéndolos en primera instancia dentro de las ayudas a la industria cultural por las pérdidas debidas a la incidencia del virus. 
Tras el Premio Nacional de Tauromaquia recibido por la Fundación Toro de Lidia el pasado día 30, y dotado con 30.000 euros –única partida recibida por el sector taurino de los PGE–, este martes, el ministro de Cultura,  José Manuel Rodríguez Uribes, se ha comprometido a apoyar económicamente al sector con los fondos de reconstrucción europeos. Algo realmente sospechoso y un tanto estrambótico, ya que el pasado 18 de octubre afirmaba en las líneas de El Mundo que él, como ministro de Cultura, no debe fomentar ir a los toros; «al teatro sí, porque es pacífico». 
La Fundación recogerá el premio agradecida y volverá a posar en una foto con aquellos que han desprestigiado al sector, teniendo que ceder sólamente cuando se han visto con una demanda del Defensor del Pueblo encima de la mesa. Quién sabe si esto supondrá un pacto tácito del Gobierno para un alto el fuego con «estos de los toros», a cambio de un silencio conformista que sirva de sosiego para que el sector vuelva a estar tranquilito y sin dar guerra... 
Se podrán ganar batallas, pero la guerra aún no ha terminado. 30.000 euros no deben callar el desprecio y el arrinconamiento a un sector cultural, sólo por un neoestigma ideológico creado a partir del negacionismo identitario de nuevas esferas - que en realidad son idénticas a las antiguas, pero éstas, además, chabacanas e incultas- llamadas así mismas progresistas.