Darío Juárez Calvo

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Darío Juárez Calvo


Hay que ir más al cementerio

02/11/2023

El día 24 se cumplirán tres años desde que me quedé sin abuelos. Teresita fue la última en irse, con 95 años, un rosario en miniatura apretado por la palma de su mano derecha y toda su familia alrededor de su cama, mientras los abuelos y padres de tantos lo hacían en residencias y hospitales intubados y enchufados a respiradores, sin ni siquiera haberse podido despedir de sus seres queridos cinco minutos por teléfono. 
Tres meses después, una mañana mi tío me pidió acompañarle al cementerio a limpiar la sepultura, que en noviembre había sido abierta para el descanso en paz de mi abuela, donde la esperaba mi abuelo desde el día del Pilar de 2003. En diecisiete años nunca tuve el valor de acercarme por allí hasta ese día en que decidí dar el paso; siempre lo malentendía como una innecesidad soslayable y dependiente de un malrollismo tópico por ignorante, sanada con la memoria inquebrantable de su recuerdo permanente y esa culpa suya de que al nieto mayor le diera un día por empezar a escribir, al encontrar en un cuaderno los versos que a menudo su abuelo le escribía a su familia y a su Real Madrid. 
Cuando salí del cementerio, recuerdo que me sentía raro, pero me sentía bien. Y no es que desde ese momento me empezase a lamentar por no haberlo hecho durante diecisiete años, pero aquel día comprobé que algo se mueve dentro cuando, aún sin vida, tienes delante a quienes te lo dieron todo. Sobre todo en estas fechas, en las que no hace tanto adoptamos una fiesta para celebrar el día de los muertos o de sus muertos, y nos cuesta ir diez minutos al año a ver a los nuestros. 

ARCHIVADO EN: Ávila, Real Madrid